Mamma Mia! en Skandia
A mi gusto hay pocas salas de cine en Estocolmo, de entre esas pocas escogí a Skandia, que tiene la estructura de un teatro y asientos dobles en las filas de atrás, para ver una película que prometía emoción por parte del público: Mamma Mia!
Llegamos media hora antes a un Skandia poco concurrido, de modo que mi ánimo se sintió un poco. Luego de que imprimimos los boletos de entrada en una maquinita donde se desliza la tarjeta de crédito con la que hizo la compra por Internet, fuimos a aprovisionarnos de palomitas y agua mineral; volví a recorrer con la mirada todo el mostrador y no, aún no hay salsa Valentina ni limón para echarle a las palomitas.
Acudimos a nuestros lugares, fila veinte donde los asientos son dobles, a ver si la gente ya estaba sentada. "¿Dónde está la gente? ¿será muy temprano para una función a mitad de la semana?", pregunté. "No, no creo la gente no se queda tan tarde en el trabajo, será que prefirieron irse de vacaciones que venir al cine".
19:30, empezaron los comerciales y los avances. Con la luz apagada empezaron a cubrirse de poco en poco los lugares y ya para el inicio de la película teníamos una ocupación del 85%, muy bien.
No les quiero narrar la película ni es mi intención hacer una crítica de ella. A mí me gustó y disfruté la música y el vestuario pero lo que me hizo feliz fue el final, ahí está Meryl Streep preguntándonos si queríamos otra. "¡Ja!", se escuchó de la voz de un hombre entusiasmado. Yo quise gritar también que "sí" y no pude. Y se lanzan con otra y la ocurrencia era tan simpática que varios en el cine aplaudimos al ritmo de la música, yo ya no me pude contener, me la estaba pasando realmente bien. Al llegar los títulos aplaudimos, en mi caso por que celebraba la felicidad que sentía, celebraba que la gente se diera la oportunidad de expresarse y celebraba que yo estaba ahí.
Quién sabe si les gustará película en México, quién sabe con qué actitud la verán y no voy a decirles que la felicidad es una decisión pero la forma en como te aproximas a la diversión y te abres a ella seguro que lo es.
Llegamos media hora antes a un Skandia poco concurrido, de modo que mi ánimo se sintió un poco. Luego de que imprimimos los boletos de entrada en una maquinita donde se desliza la tarjeta de crédito con la que hizo la compra por Internet, fuimos a aprovisionarnos de palomitas y agua mineral; volví a recorrer con la mirada todo el mostrador y no, aún no hay salsa Valentina ni limón para echarle a las palomitas.
Acudimos a nuestros lugares, fila veinte donde los asientos son dobles, a ver si la gente ya estaba sentada. "¿Dónde está la gente? ¿será muy temprano para una función a mitad de la semana?", pregunté. "No, no creo la gente no se queda tan tarde en el trabajo, será que prefirieron irse de vacaciones que venir al cine".
19:30, empezaron los comerciales y los avances. Con la luz apagada empezaron a cubrirse de poco en poco los lugares y ya para el inicio de la película teníamos una ocupación del 85%, muy bien.
No les quiero narrar la película ni es mi intención hacer una crítica de ella. A mí me gustó y disfruté la música y el vestuario pero lo que me hizo feliz fue el final, ahí está Meryl Streep preguntándonos si queríamos otra. "¡Ja!", se escuchó de la voz de un hombre entusiasmado. Yo quise gritar también que "sí" y no pude. Y se lanzan con otra y la ocurrencia era tan simpática que varios en el cine aplaudimos al ritmo de la música, yo ya no me pude contener, me la estaba pasando realmente bien. Al llegar los títulos aplaudimos, en mi caso por que celebraba la felicidad que sentía, celebraba que la gente se diera la oportunidad de expresarse y celebraba que yo estaba ahí.
Quién sabe si les gustará película en México, quién sabe con qué actitud la verán y no voy a decirles que la felicidad es una decisión pero la forma en como te aproximas a la diversión y te abres a ella seguro que lo es.
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