Me da gusto por fin escuchar en el ámbito académico sobre la iluminación. Estoy en un seminario de filosofía japonesa. Hablar de la iluminación implica la necesidad de ésta y, por tanto, reconocer nuestra humanidad como portadora de sufrimiento, pero también reconocer que la humanidad no es nuestra “última (o primera) naturaleza”. Me da gusto que se hable de la iluminación y que además se le quite el carácter de exclusividad de unos cuantos. La iluminación sólo puede darse desde un estado no iluminado. Ayer se habló de Hönen, de sus 30 años de estudiar sutras buscando la iluminación sin éxito. Su iluminación llegó hasta que su estado psicológico se lo facilitó: estaba desesperado de no poder separarse de sus deseos y apegos y esa desesperación le causaba tristeza, descubrió que él no podía por sí mismo cortar las cadenas del sufrimiento, desde ese estado de desesperación volvió a recorrer los sutras y entonces se iluminó. Hönen había aceptado su estado y se había rendido, además,
"A soul in tension that's learning to fly" —Pink Floyd