Hablar de la iluminación
Me da gusto por fin escuchar en el ámbito académico sobre la iluminación. Estoy en un seminario de filosofía japonesa. Hablar de la iluminación implica la necesidad de ésta y, por tanto, reconocer nuestra humanidad como portadora de sufrimiento, pero también reconocer que la humanidad no es nuestra “última (o primera) naturaleza”.
Me da gusto que se hable de la iluminación y que además se le quite el carácter de exclusividad de unos cuantos. La iluminación sólo puede darse desde un estado no iluminado.
Ayer se habló de Hönen, de sus 30 años de estudiar sutras buscando la iluminación sin éxito. Su iluminación llegó hasta que su estado psicológico se lo facilitó: estaba desesperado de no poder separarse de sus deseos y apegos y esa desesperación le causaba tristeza, descubrió que él no podía por sí mismo cortar las cadenas del sufrimiento, desde ese estado de desesperación volvió a recorrer los sutras y entonces se iluminó. Hönen había aceptado su estado y se había rendido, además, estaba abierto con fe a la Gracia.
Así, Hönen comprendió las tres mentes o estadios psicológicos requeridos para la iluminación, es decir, para el paso atrás del yo como identificación con una idea de sí mismo y con ello la apertura hacia la comprensión de la realidad desde otra estancia.
La iluminación es ella misma un compromiso con otra forma de ser, es aceptación constante de lo que uno experimenta y es desapego de toda fijación de lo ya experimentado. La iluminación desmonta la sustancialidad, el iluminado no se apoya en nada (no toma fundamento en nada) y contra esto se antepone toda idea de “yo”. ¿Cómo ser en el mundo de hoy sin actualizar continuamente el yo?, ¿es acaso esto posible?
No somos todos nosotros grupos de yoes; todos somos talidad (lo que es tal y como es en tanto que es), experiencia experimentándose a sí misma y esto incluye la hormiga, la flor, la varita de incienso. La talidad es talidad en tanto que impermanente, insustancial y por tanto sin jerarquías. ¿Cómo transitar a una comunidad transpersonal, a una igualdad absoluta, al amor indiferenciado? ¿Necesitamos sufrir todavía más?
Nuestro tiempo nos reclama pensar esto más a profundidad, pensar el “juego” entre nuestro ser humano y nuestro verdadero ser. Necesitamos pensar otras actitudes que transiten hacia la transpersonalidad y la colaboratibidad.
Hablemos de la iluminación.
Me da gusto que se hable de la iluminación y que además se le quite el carácter de exclusividad de unos cuantos. La iluminación sólo puede darse desde un estado no iluminado.
Ayer se habló de Hönen, de sus 30 años de estudiar sutras buscando la iluminación sin éxito. Su iluminación llegó hasta que su estado psicológico se lo facilitó: estaba desesperado de no poder separarse de sus deseos y apegos y esa desesperación le causaba tristeza, descubrió que él no podía por sí mismo cortar las cadenas del sufrimiento, desde ese estado de desesperación volvió a recorrer los sutras y entonces se iluminó. Hönen había aceptado su estado y se había rendido, además, estaba abierto con fe a la Gracia.
Así, Hönen comprendió las tres mentes o estadios psicológicos requeridos para la iluminación, es decir, para el paso atrás del yo como identificación con una idea de sí mismo y con ello la apertura hacia la comprensión de la realidad desde otra estancia.
La iluminación es ella misma un compromiso con otra forma de ser, es aceptación constante de lo que uno experimenta y es desapego de toda fijación de lo ya experimentado. La iluminación desmonta la sustancialidad, el iluminado no se apoya en nada (no toma fundamento en nada) y contra esto se antepone toda idea de “yo”. ¿Cómo ser en el mundo de hoy sin actualizar continuamente el yo?, ¿es acaso esto posible?
No somos todos nosotros grupos de yoes; todos somos talidad (lo que es tal y como es en tanto que es), experiencia experimentándose a sí misma y esto incluye la hormiga, la flor, la varita de incienso. La talidad es talidad en tanto que impermanente, insustancial y por tanto sin jerarquías. ¿Cómo transitar a una comunidad transpersonal, a una igualdad absoluta, al amor indiferenciado? ¿Necesitamos sufrir todavía más?
Nuestro tiempo nos reclama pensar esto más a profundidad, pensar el “juego” entre nuestro ser humano y nuestro verdadero ser. Necesitamos pensar otras actitudes que transiten hacia la transpersonalidad y la colaboratibidad.
Hablemos de la iluminación.
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