Ya había empezado a leer un artículo del New York Times que me hacía sentido y por algo no lo acabé y lo pasé al olvido aún cuando ya la vida me había enseñado los peligros de la perfección. El querer hacer las cosas bien todo el tiempo te lleva a una sobre-exigencia en la que nunca nada que hagas es suficiente. El problema no es tanto que no puedas entregar resultados por estar empantanada en que salga mejor lo que estás haciendo como en el daño silencioso que poco a poco te vas haciendo a ti misma. Ayer experimenté las consecuencias de una de mis tantas exigencias, la de querer estar sana. Para empezar no hay nadie 100% sano y más bien el cuerpo siempre está en auto-ajuste, de modo que si te haces a la idea de querer estar en perfecta salud, es fácil entrar en la exageración del cuidado, en la sobre-monitorización, en la aplicación de las mil y una técnicas, es decir, en el no vivir la vida y estar muerta de miedo. Eso claro, desencadena en ansiedad… ¡y es tan fácil caer ahí! E
"A soul in tension that's learning to fly" —Pink Floyd