Las trampas del constante querer mejorarse
Ya había empezado a leer un artículo del New York Times que me hacía sentido y por algo no lo acabé y lo pasé al olvido aún cuando ya la vida me había enseñado los peligros de la perfección. El querer hacer las cosas bien todo el tiempo te lleva a una sobre-exigencia en la que nunca nada que hagas es suficiente. El problema no es tanto que no puedas entregar resultados por estar empantanada en que salga mejor lo que estás haciendo como en el daño silencioso que poco a poco te vas haciendo a ti misma.
Ayer experimenté las consecuencias de una de mis tantas exigencias, la de querer estar sana. Para empezar no hay nadie 100% sano y más bien el cuerpo siempre está en auto-ajuste, de modo que si te haces a la idea de querer estar en perfecta salud, es fácil entrar en la exageración del cuidado, en la sobre-monitorización, en la aplicación de las mil y una técnicas, es decir, en el no vivir la vida y estar muerta de miedo. Eso claro, desencadena en ansiedad… ¡y es tan fácil caer ahí!
El artículo del New York Times lo volví a ver hoy y me cayó el veinte redondo. Les recomiendo su lectura, se llama Improving Ourselves To Death de Alexandra Schartz.
Veamos, la cuestión es que todos tenemos miedo aunque no nos demos cuenta. Los miedos fundamentales son: a la muerte, a la vejez, a la enfermedad, a que las cosas cambien. De esos miedos se aprovecha el sistema que sostiene al consumismo. Ya no nada más compramos cosas sino también ideas, métodos, técnicas, programas de salud, aplicaciones para dar seguimiento a lo que queremos mejorar, dietas, etc. Nos metemos en un laberinto de información en el que lo que afirma un experto, lo niega otro. Y la cosa se pone peor cuando quieres mejorar también tu espiritualidad, tu consciencia, tus relaciones, tu karma, tu tercer ojo y todo lo que se les ocurra.
Nunca nadie nos ha dicho que eso de querer constantemente mejorar sea malo, al contrario, es lo que "debe" uno hacer en este mundo que se está yendo al garete (otro gancho para que nos montemos de urgencia en la mejora). Todos los extremos son malos, me decía mi abuelita, "ni tanto que no alumbre al santo ni tanto que lo queme". El balance no se vende ni se compra ni se copia ni se regala; el balance es un arte, uno en el que no se sufre, uno en el que no se anticipa cómo deberá balancearse uno mañana sino cómo se balancea uno hoy. El balance se da a cada momento dentro las circunstancias en la que uno se encuentre en ese mismo momento.
Me parece que detrás de querer constantemente mejorarse está una rotunda no-aceptación a lo que uno es. La cuestión está en cómo le hace uno cuando ya se perdió, cuando ya no hay balance en uno porque sólo se está detrás de lo que quisiera ser uno o porque uno se olvidó de sí mismo y ya no sabe ni qué quiere o porque uno se ha olvidado de vivir. Creo que muchos nos encontramos en esta especie de caos auto-creado y queremos salir de ahí haciendo más de lo mismo: querer ser mejores.
Ayer experimenté las consecuencias de una de mis tantas exigencias, la de querer estar sana. Para empezar no hay nadie 100% sano y más bien el cuerpo siempre está en auto-ajuste, de modo que si te haces a la idea de querer estar en perfecta salud, es fácil entrar en la exageración del cuidado, en la sobre-monitorización, en la aplicación de las mil y una técnicas, es decir, en el no vivir la vida y estar muerta de miedo. Eso claro, desencadena en ansiedad… ¡y es tan fácil caer ahí!
El artículo del New York Times lo volví a ver hoy y me cayó el veinte redondo. Les recomiendo su lectura, se llama Improving Ourselves To Death de Alexandra Schartz.
Veamos, la cuestión es que todos tenemos miedo aunque no nos demos cuenta. Los miedos fundamentales son: a la muerte, a la vejez, a la enfermedad, a que las cosas cambien. De esos miedos se aprovecha el sistema que sostiene al consumismo. Ya no nada más compramos cosas sino también ideas, métodos, técnicas, programas de salud, aplicaciones para dar seguimiento a lo que queremos mejorar, dietas, etc. Nos metemos en un laberinto de información en el que lo que afirma un experto, lo niega otro. Y la cosa se pone peor cuando quieres mejorar también tu espiritualidad, tu consciencia, tus relaciones, tu karma, tu tercer ojo y todo lo que se les ocurra.
Nunca nadie nos ha dicho que eso de querer constantemente mejorar sea malo, al contrario, es lo que "debe" uno hacer en este mundo que se está yendo al garete (otro gancho para que nos montemos de urgencia en la mejora). Todos los extremos son malos, me decía mi abuelita, "ni tanto que no alumbre al santo ni tanto que lo queme". El balance no se vende ni se compra ni se copia ni se regala; el balance es un arte, uno en el que no se sufre, uno en el que no se anticipa cómo deberá balancearse uno mañana sino cómo se balancea uno hoy. El balance se da a cada momento dentro las circunstancias en la que uno se encuentre en ese mismo momento.
Me parece que detrás de querer constantemente mejorarse está una rotunda no-aceptación a lo que uno es. La cuestión está en cómo le hace uno cuando ya se perdió, cuando ya no hay balance en uno porque sólo se está detrás de lo que quisiera ser uno o porque uno se olvidó de sí mismo y ya no sabe ni qué quiere o porque uno se ha olvidado de vivir. Creo que muchos nos encontramos en esta especie de caos auto-creado y queremos salir de ahí haciendo más de lo mismo: querer ser mejores.
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