Necesidad de religión
Estaba viendo The Good Doctor y, en una escena en la que alguien había perdido un ser querido no sabía cómo dejarlo ir y cómo dejar salir su dolor, alguien dice: “Todos tenemos una religión aunque no tengamos un dios”.
Entonces pensé en la religión como algo que te une si no para todos a algo más o a lo que le trasciende, al menos le reúne consigo mismo. Pienso que el hombre (ser humano, pues) tiene una necesidad inherente de unión que trascienda el mundo concreto, muchas veces esa necesidad es cubierta con las relaciones humanas y, cuando una relación es rota, despierta la necesidad de re-ligarse. Ese es el propósito de la religión en su sentido fundamental.
La religión de cualquier tipo se basa en creencias que nunca pueden ser probadas o aseguradas y que sin embargo arraigan al hombre a su propio fundamento. El hombre, en tanto ser pensante-sintiente, ergo emocional, necesita de relaciones emocionales a las que pueda adherirse para no sentirse en el vacío. En este sentido estoy de acuerdo en que todos tenemos una religión y si por alguna causa la hemos perdido necesitamos reestablecerla para evitar las pasiones tormentosas que tan en boga están ahora en el mundo moderno: desesperación, angustia, depresión, ira, desasosiego, soledad.
El mundo híper-explicado, desmitificado, nos deja con un gran hueco: el del misterio y la fe en los que se arraiga la confianza. El mundo material nos hace olvidar de la búsqueda de lo trascendente porque nos hace creer que todo nace de él, de lo material. El mundo de la híper-crítica nos hace sospechar de cualquier creencia y nos lleva a la orfandad más cruda. Todos necesitamos de nuestro mundo particular construido por creencias y sueños, anhelos y fantasías. La re-legión es la manera de habitar en nosotros mismos sin caer en abismos sin fondo y por tanto la religión ni es concreta ni es una ni es certificarle o verificable y mucho menos es dogma. La religión es nuestro hogar personal.
Entonces pensé en la religión como algo que te une si no para todos a algo más o a lo que le trasciende, al menos le reúne consigo mismo. Pienso que el hombre (ser humano, pues) tiene una necesidad inherente de unión que trascienda el mundo concreto, muchas veces esa necesidad es cubierta con las relaciones humanas y, cuando una relación es rota, despierta la necesidad de re-ligarse. Ese es el propósito de la religión en su sentido fundamental.
La religión de cualquier tipo se basa en creencias que nunca pueden ser probadas o aseguradas y que sin embargo arraigan al hombre a su propio fundamento. El hombre, en tanto ser pensante-sintiente, ergo emocional, necesita de relaciones emocionales a las que pueda adherirse para no sentirse en el vacío. En este sentido estoy de acuerdo en que todos tenemos una religión y si por alguna causa la hemos perdido necesitamos reestablecerla para evitar las pasiones tormentosas que tan en boga están ahora en el mundo moderno: desesperación, angustia, depresión, ira, desasosiego, soledad.
El mundo híper-explicado, desmitificado, nos deja con un gran hueco: el del misterio y la fe en los que se arraiga la confianza. El mundo material nos hace olvidar de la búsqueda de lo trascendente porque nos hace creer que todo nace de él, de lo material. El mundo de la híper-crítica nos hace sospechar de cualquier creencia y nos lleva a la orfandad más cruda. Todos necesitamos de nuestro mundo particular construido por creencias y sueños, anhelos y fantasías. La re-legión es la manera de habitar en nosotros mismos sin caer en abismos sin fondo y por tanto la religión ni es concreta ni es una ni es certificarle o verificable y mucho menos es dogma. La religión es nuestro hogar personal.
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