Conozco Malinalco desde 1990 pero he ido pocas veces para el tiempo que ha pasado y lo accesible del lugar (cercanía y costo). Desde entonces no ha cambiado mucho, afortunadamente sigue siendo un pueblo con su gran plaza de los miércoles y con gente buena-vibra.
Esta semana anduve por allá. Es extremadamente desestresante, quizá algunos citadinos workahólicos no puedan con tanto silencio, con tanta vegetación, con tanto nada-que-hacer, con tanta simpleza y con tan poco qué comprar. Es un paraíso.
El hotel en el que me quedé es chiquito y lleno de jardín, lo atienden unas 5 personas en total: el administrador, el chef, la ama de llaves, el jardinero y el guardián. Se llama Las Cúpulas y ahora cuenta con un amplio temazcal.
El chef es un señor extremadamente amable con muy buen sazón y muy buena disponibilidad para atenderte. El administrador es un señor relajadísimo y muy amable. El ama de llaves quizá es la más movida, camina rapidísimo de aquí para allá y ayuda al chef y al administrador. El jardinero mantiene impecable el jardín y el guardián es un señor tranquilísimo que cierra temprano la entrada al hotel. No se oye nada adentro y la vista de los cerros que rodean al pueblo es hermosa y transmite cobijo y quietud.
En Malinalco hay truchas que saben dulce, hay cafeterías con repostería artesanal y restaurantes que hacen rica comida. En uno, La casa de Valentina, ofrecen incluso vino de verano y vino de invierno. WOW.
Desde que conozco Malinalco siempre me ha cautivado, creo que es la vibra del lugar. Yo diría que este pueblo mágico es un pueblo de sanación.
Además tiene dos lugares que recomiendo visitar: la zona arqueológica y el spa Ollinyotl que ofrece yoga, meditación, temazcal y masajes los fines de semana.
Esta ocasión me quedo con el recuerdo de una señora de la plaza, es una señora que sólo vende tlayudas, no sé cómo describirla, no su aspecto o su personalidad (que no la conozco) sino su modo de ser tan simple en el mejor de los sentidos. Le compramos tlayudas y ella, con algo de pena nos preguntó si nos gustaría llevarnos las tlayudas que estaban rotas de las orillas (las tlayudas son muy sensibles y andarlas transportando al mercado es como llevar en la mano un vaso de agua lleno, se te va a derramar un poco… bueno, las tlayudas se van a romper algunas y eso es una pérdida). La verdad es que mi mamá y yo pensamos que nos preguntaba si se las queríamos comprar, así que desde luego que le dijimos que sí, pero lo que ella estaba preguntando realmente es si no nos íbamos a molestar si nos regalaba las tlayudas rotas. Sí, todavía hay gente que no guía sus acciones buscando una ganancia, todavía hay gente que da sin esperar nada. El mundo tiene esperanza.
Esta semana anduve por allá. Es extremadamente desestresante, quizá algunos citadinos workahólicos no puedan con tanto silencio, con tanta vegetación, con tanto nada-que-hacer, con tanta simpleza y con tan poco qué comprar. Es un paraíso.
El hotel en el que me quedé es chiquito y lleno de jardín, lo atienden unas 5 personas en total: el administrador, el chef, la ama de llaves, el jardinero y el guardián. Se llama Las Cúpulas y ahora cuenta con un amplio temazcal.
El chef es un señor extremadamente amable con muy buen sazón y muy buena disponibilidad para atenderte. El administrador es un señor relajadísimo y muy amable. El ama de llaves quizá es la más movida, camina rapidísimo de aquí para allá y ayuda al chef y al administrador. El jardinero mantiene impecable el jardín y el guardián es un señor tranquilísimo que cierra temprano la entrada al hotel. No se oye nada adentro y la vista de los cerros que rodean al pueblo es hermosa y transmite cobijo y quietud.
En Malinalco hay truchas que saben dulce, hay cafeterías con repostería artesanal y restaurantes que hacen rica comida. En uno, La casa de Valentina, ofrecen incluso vino de verano y vino de invierno. WOW.
Desde que conozco Malinalco siempre me ha cautivado, creo que es la vibra del lugar. Yo diría que este pueblo mágico es un pueblo de sanación.
Además tiene dos lugares que recomiendo visitar: la zona arqueológica y el spa Ollinyotl que ofrece yoga, meditación, temazcal y masajes los fines de semana.
Esta ocasión me quedo con el recuerdo de una señora de la plaza, es una señora que sólo vende tlayudas, no sé cómo describirla, no su aspecto o su personalidad (que no la conozco) sino su modo de ser tan simple en el mejor de los sentidos. Le compramos tlayudas y ella, con algo de pena nos preguntó si nos gustaría llevarnos las tlayudas que estaban rotas de las orillas (las tlayudas son muy sensibles y andarlas transportando al mercado es como llevar en la mano un vaso de agua lleno, se te va a derramar un poco… bueno, las tlayudas se van a romper algunas y eso es una pérdida). La verdad es que mi mamá y yo pensamos que nos preguntaba si se las queríamos comprar, así que desde luego que le dijimos que sí, pero lo que ella estaba preguntando realmente es si no nos íbamos a molestar si nos regalaba las tlayudas rotas. Sí, todavía hay gente que no guía sus acciones buscando una ganancia, todavía hay gente que da sin esperar nada. El mundo tiene esperanza.
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