La primera nevada
El otoño termina desproveyendo de follaje a cuanto árbol y arbusto adornó los días de verano. Ayer miraba desde la ventana el triste espectáculo de lo que parecía una muerte lenta y hoy se me ha regalado mi primera nevada en Estocolmo, la primera del 2008.
El espectáculo, para quien no lo ha visto, es maravilloso y uno quiere sentirlo todo para guardarlo dentro del preciado tesoro de las memorias. Salí a la calle a que me nevara sobre la cabeza, extendí los brazos y corrí como una niña mirando hacia el cielo y dando gracias por tremenda fortuna.
Con mis ojos de niña imaginé a un gigante enorme arriba de nosotros haciendo raspados y esos sobrantes que salpicaba su enorme bloque de hielo caían sobre la ciudad. El cielo todo es de un gris blanquecino, sólo se ven copos revoloteando, miles, millones de ellos caen.
No hace frío. Está nevando y eso es todo lo que ahorita me importa.
El espectáculo, para quien no lo ha visto, es maravilloso y uno quiere sentirlo todo para guardarlo dentro del preciado tesoro de las memorias. Salí a la calle a que me nevara sobre la cabeza, extendí los brazos y corrí como una niña mirando hacia el cielo y dando gracias por tremenda fortuna.
Con mis ojos de niña imaginé a un gigante enorme arriba de nosotros haciendo raspados y esos sobrantes que salpicaba su enorme bloque de hielo caían sobre la ciudad. El cielo todo es de un gris blanquecino, sólo se ven copos revoloteando, miles, millones de ellos caen.
No hace frío. Está nevando y eso es todo lo que ahorita me importa.
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