Ya no
Creo que siempre me he quejado de mi madre: la distancia que ponía entre nosotras, su sequedad, su falta de comprensión.
A lo largo de mi vida me he sentido carente de afecto. Cuando niña, me preguntaba en cómo es que había nacido en una familia que me mantenía tan a la raya en cuanto a demostraciones de cariño. De no ser por mi padre, me habría sentido una especie de alienígena: arrojada, caída.
Lo que habría dado porque mi mamá me hiciera caso. No es que fuera una desentendida de las necesidades materiales de sus hijos, sino que era una desentendida del amor. La de veces que desee que me consintiera, que me escuchara, que me apapachara. La de veces que desee que me acompañara, que no me dejara sola.
Ahora, mi madre tiene demencia senil. Y quiere que esté siempre con ella, que coma helado con ella, que vea la televisión con ella. Dice que no le encuentra sentido ver la televisión sola. Y yo…, yo no quiero estar con ella. Me falta amor, digo. Pero es mentira, porque la cuido, le preparo su comida, le doy sus medicamentos, le cortos las uñas, la ayudo a vestirse. No puedo hablar con ella porque me responde con incoherencias y me resulta muy doloroso.
Ahora quiero estar sola, siento que ella me roba el tiempo.



Comentarios