Palabras hiladas de septiembre
Septiembre se me está yendo como hilo de media; apenas ayer era agosto. Si me pongo a sacar las cuentas de mis logros, la desesperación se apodera de mí trayendo de la mano a su amiguito el pesimismo.
La producción de mi novela se ha ralentizado. Digo que me falta inspiración, pero más que eso, es la poca conexión que tengo con el universo de mi novela. Al menos ya sé cómo quiero terminarla, la escena final. La parte problemática es el formato y el desarrollo de los personajes para llegar a esa escena, además de algunos temas secundarios que no he podido resolver y que no quiero eliminar todavía. La semana pasada me dediqué a juntar todas las notas que tenía dispersas en cuadernos y en mi celular. Creía que tenía más; esto me hace pensar que mucho de lo que pasa por mi cabeza, proyecto escribirlo, pero no lo hago y encima me quedo con la sensación de que sí lo escribí.
Los acontecimientos del 2024 me sacaron de mis visitas a los museos, he perdido oportunidades de cursos de escritura creativa, también perdí el flujo con el que iba tejiendo mi vida. Como sea, y dado que no se para cuando recupere mi "antigua normalidad" (que nadie se regresa en el tiempo, pero bueno), lo que toca ahora es encontrar nuevas rutas para que fluya mi creatividad y con ello mi vida (mi vida conmigo como protagonista, quiero decir).
¿Qué escribir? Mis ojos ahora sólo perciben decadencia, un declive al que me opongo tan inútilmente como quien se opone al paso del tiempo. Cada día, cuando veo a mi madre ir perdiendo sus facultades, me siento muy impotente. No sólo la veo a ella, veo en ella a la vejez, a mí misma, al destino de los humanos que logran mantenerse vivos. La juventud de mi madre ha quedado muy atrás y así se aleja la mía. Tengo miedo.
A finales del 2023, mi madre caminaba derecha. A inicios del 2025 mi madre caminaba dos kilómetros de corrido. Hoy ya no sale, su espina dorsal se curvado, arrastra lo pies como si tuviera grilletes. Su estado mental es todavía más triste. ¿Cuánto queda de su personalidad? Ya no puede leer no porque no vea sino porque no puede ir apropiándose de lo que está leyendo. Solía preguntarme qué era peor, perder las capacidades físicas o las mentales; mi madre está perdiendo ambas. Ya sea el cuerpo o la mente, la pérdida es devastadora.
Afortunadamente, mi madre tiene dos hijas. Nosotras no tenemos descendencia.
Por protección personal, me "volteo hacia otro lado", busco la belleza donde puedo. Me digo que qué bonito es que desde la ventana de la recámara de mi mamá se ve el enorme árbol que alberga muchos pajaritos que cantan al amanecer y al atardecer. Me gusta cuando encuentro el cielo decorado con pincelazos de nubes de colores. Hago comida y me enfoco en las rueditas de las zanahorias que voy juntando al lado de la tabla de picar. Ya no me da asco lavar los trastos. Limpiar es una manera de procurar la belleza.
Estos días nos hemos quedado sin internet. Es horrible porque mi mamá no puede ver la tele y entretenerse. Se sienta, mira un rato tras la ventana y luego se pierde entre sus sueños. Mejor así, que duerma. Estos días se le han ido en comer y dormir, a veces no sabe ni qué hora es, si es de mañana o de noche. La tele le ayuda a tener mundo, aunque a veces ni siquiera las imágenes en la pantalla logran retenerla.
Mi abuelito, en sus últimos días se la pasaba mirando hacia la Calzada de Tlalpan y al edificio que le quedaba enfrente. Mi abuelita cocinó hasta que ya no pudo. No recuerdo cuánto tiempo vivió mi abuelita entre las nubes de la consciencia reducida.
Quiero sobrevivir al proceso de mi mamá. El tiempo también pasa por mí.
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