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Así veo yo estos días del 2020

Toda perspectiva tiene un contexto. El contexto se conforma dentro de un marco temporal. Dicho de otro modo, lo que sigue adelante es una interpretación desde esta experiencia de vida que se llama Flor Coss.

El año pasado estuve en una especie de aislamiento social, nivel medio. Tenía la tarea de terminar la tesis y de presentar mi examen de grado y el tema no era para nada cómodo pues implicaba dejar a un lado mi formación ingenieril que tiende a resolver para darle paso a un pensamiento anterior a aquel que se establece en términos de sujeto-objeto, Heidegger le llama pensamiento originario, otros le dicen experiencia pura o la conciencia no narrativa de lo que es.

Además de la tensión propia de la actividad académica tenía la de ir sorteando la ansiedad y la depresión que llegaron a mi vida para que con más ahínco replanteara mi modo de ver la vida. Dentro de todo esto, he llegado a la edad en la que ronda la perimenopausia. El cambio interno está siendo intenso.

A finales del año pasado, logré concluir la tesis y me puse —aún y con todo el estrés y mis malestares— a escribir una ponencia porque había algo que quería decir y no entraba mucho en el tono filósofo que gusta a la academia, pero vaya, lo tenía que decir. Esa ponencia tiene mucho que ver con la forma en como nuestra comprensión de lo que es ha ido asegurándose a sí misma: nos hemos vuelto esclavos de un modo de ver la vida que ya no nos sirve. Este "modo" nos hace a un lado y sólo busca el ordenamiento asegurado y acrecentado (ir cada vez más a lo mejor) a expensas de la libertad. Con libertad quiero referirme al pensamiento sin ese "modo", al pensamiento que construye y destruye modos pero que nunca se queda a fomentar uno solo y ni siquiera contempla la construcción-destrucción como un método a seguir.

Luego llegó la horrible peregrinación administrativa para llevar acabo el examen de grado. Habían días que me dolía tanto la cabeza que me quedaba en el sillón buscando la mejor posición para luego no moverme. A veces prefería salir a correr y desahogarme emocionalmente llorando y gritando porque interiormente estaba en un “lugar” muy poco cómodo e imploraba poder volver a ser yo otra vez (Noten esto: ¿Cuál yo? ¿O sea que esta yo no soy yo? ¿Quién soy yo? ¿Por qué la resistencia, la necesidad a restablecer lo conocido? ¿Por qué tanto miedo a lo que está siendo?).

Llegó diciembre y ya titulada, ya habiendo presentado la ponencia, aún no lograba “descansar”. Sentía la muerte inminente rondándome y pensaba toda clase de tragedias viables. Tuve por muchos días mucho mucho miedo. Traté de sacarme de ahí saliendo de mi casa y haciendo cosas nuevas. Ya no quería regresar a la que era, ahora quería moverme hacia un nuevo lugar. Finalmente había logrado que mi mente renunciara a asegurarse dentro de lo conocido. Entonces mi hermano menor murió de pronto. Ahí estaba de golpe confrontada a la mortalidad que me resignificaba en tanto que un lazo de años se estaba transformando quisiera o no quisiera. Ahí estaba de golpe confrontada con mi vida tal y cual estaba siendo quisiera o no quisiera. Ahí estaba de frente a todas mis ideas de mi misma. La paz interior no puede ser aplazada por los devenires de la existencia, la paz interior ha de cultivarse con los devenires de la existencia o nunca la podrás experimentar en su expresión originaria. El gran reto no son los devenires sino la interpretación que tu mente hace de ellos desde un modo (que no cuestionamos nunca) de ver la vida.

La vida no se vive en aislamiento. Sentirse solo, independiente, abandonado, apartado… es el modo más errado de interpretarse. Sabía que necesitaba de la gente y lo primero para abrirme a la gente era dejar de sentirme sola. Entonces el mundo empezó a ser sacudido por una pandemia. Tuve que asumir que mi aislamiento ahora se movería a otro nivel, uno que trascendía mi individualidad y que me unía con todo el mundo. Compartiendo la ansiedad, ahora me siento menos sola y menos aislada. Compartiendo la incertidumbre y el cambio inminente, siento esperanza. Extrañamente, la pandemia con la que el mundo entero está siendo golpeado, aún cuando vivo sola y mis interacciones se han reducido mucho más, me está sanando de las proyecciones en las que me había metido.

Esta pandemia habrá tomado a cada uno de nosotros en circunstancias diferentes, pero nos ha tomado a todos y a todos nos afectará. La cuestión es si vamos a permitir que nos transforme, si vamos a cuestionar el modo en que hemos comprendido el mundo y si vamos a tener el valor de renunciar a los viejos esquemas a favor del cambio, la incertidumbre, lo nuevo.

Muchas reflexiones se están dando en torno al Estado, las formas de gobierno; pocas son entorno al sistema económico, aquí lo que preocupa a la mayoría es restablecer el sistema imperante en lugar de pensar en nuevos esquemas. Muchos filósofos se han dado a la "reflexión" pronta, pero me parece que lo primero es pensar en las preguntas que están queriendo salir a la luz, en los caminos de reflexión que deberán comenzar a recorrerse ahora y sus convergencias. Este ya no es un mundo que deba ser comprendido desde la individualidad y la separación.

Sólo he escuchado a un filósofo hablar de transformación espiritual. Aquí, lo espiritual es aquello que va más allá de los modos conocidos y en su ir más allá lo reúne todo.

Tomando ideas aquí y allá de Heidegger, pienso: nuestros fotomontajes (los sistemas imperantes) nos han mostrado hasta ahora los horrores de los que hemos sido capaces de crear para nosotros mismos; sólo hemos sido capaces de ejercitar nuestro estar-ausentes de la experiencia primera y nos vivimos conforme a lo lo ya dicho sin cuestionarlo; nos hemos extraviado en el aseguramiento de lo conocido y ya ni siquiera imaginamos que las cosas puedan experimentarse de otro modo; ya no queremos pensar porque pensar es cuestionarnos; lo que llamamos comúnmente pensar hace mucho que dejó de ser libre; esta pandemia clama por nuestro regreso a nuestra esencia, es decir, al ejercicio de nuestra presencia consciente como esencia de toda reflexión y reunión; el miedo que se ha apoderado de nosotros es a la pérdida de continuidad, si combatimos este miedo la "victoria" no será sino una compulsividad temerosa que restablezca nuestra larga decadencia. Ninguna transformación esencial es posible si reservamos para nuestra vieja idea de "humanidad" un lugar seguro.

¿Podremos crecer espiritualmente? ¿Podremos desapegarnos de los sistemas que nos han hecho tanto daño?

Mientras más nos resistamos al cambio, más sufriremos. No es fácil, es tiempo de ser en comunidad, de reconocer que si sólo me salvo a mí (mi familia, mi país, etc.), no me estoy salvando del todo. 



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