Ir al contenido principal

Honor

Cuando pensamos en la tradición, comúnmente pensamos en festividades y costumbres que la mayor de las veces poco tienen sentido ya. Una posada, por ejemplo, poco importa a quien ya no practica el catolicismo y/o no gusta de las concurrencias en las que la gente se oculta para embriagarse o sacar a flote pulsiones. Pero en las tradiciones también encontramos valores perdidos, gracias a lo cual se ha podido hacer negocio.

Hoy quiero traer aquí delante un valor perdido: el honor.

El honor es fuente de confianza y calma ansiedades.

Poco ya honramos nuestra palabra. Para muchos la palabra, la promesa hablada, de alguien, poco importa; tan poco importa que ya hay todo un negocio de avales, así que ya no tenemos ni que preocuparnos por cumplir lo que decimos. Ante la falta de honor a lo que uno se compromete, hay contratos que te obligarán a cumplir cuando tienes poca voluntad en hacerlo. En un mundo en el que no se honra lo que dice, crece la sospecha y la confianza recibe un golpe duro. La falta de confianza genera inestabilidad y, por tanto, ansiedad.

La gente ya suelta muy fácil declaraciones de amor y de amistad, ofrece apoyo sin realmente sostenerlo, promete llamadas o visitas que nunca pretende realizar, hace citas y las cancela sistemáticamente, dice que sí cuando quiere decir que no y viceversa. Por cuidar una apariencia, descuidamos algo mucho más importante: la confianza.

Poco honramos nuestro ser, no respetamos lo que nos gusta, lo que queremos por acomodarnos dentro de lo que nos dicen que debemos ser o que podemos ser. Sacrificamos nuestros talentos por conseguir seguridad de ingresos y en el camino perdemos toda seguridad en nosotros mismos. Queremos ser reconocidos aún a costa de no saber ya ni quiénes somos. Seguimos la máxima: "Dime lo que debo ser para que me quieras/me aceptes/me contrates/no me olvides, para salvarme". Para muchos el olvido de sí mismos comienza desde la infancia ante la amenaza y el chantaje de los padres.

Vivimos en una sociedad en la que ya no podemos dejar nada descuidado porque nos lo quitan. La gente toma lo que no es suyo sólo por que puede hacerlo. Dice un refrán: "El que se fue a la Villa, perdió su silla".

A todo esto se puede dar vuelta atrás. Podemos cada día elegir honrarnos a nosotros mismos y honrar nuestra palabra. Cada día podemos elegir ser personas de honor, ser personas en las que los otros pueden confiar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Qué chulada de maíz pinto

Crecí oyendo a mi papá decir con enjundia "¡Qué chulada de maíz pinto!" cuando le veía las piernas a mi mamá y después se las estrujaba con las mega-manotas que Dios le dio. Hasta hace poco no tenía una clara idea de lo hermoso que es el maíz azul (con el que hacen las tortillas azules que saben a gloria) hasta que de golpe lo vi en el mercado de Xochimilco, esta foto no me dejará mentir, su belleza es asombrosa.

Arte y política

Hace tiempo ya que el arte dejó de ser arte para convertirse en producción. Hace tiempo ya que el arte abandonó la inspiración para conformarse en las maneras y modos que convienen a la venta. Hace tiempo ya que el arte dejó de ser transgresor desde sí mismo para convertirse en imagen de una visión de mundo. Antes me preguntaba si el arte tenía un deber para con el pueblo, si el arte debía tener una posición política. Ahora pienso que ello es ya abandonar el arte para convertirse en publicidad. El arte no se debe a nada ni nadie, el arte —como también la filosofía, la religión— no debieran de servir a nadie ni tampoco montarse sobre eventos con el puro fin de la notoriedad o la moralina. El arte abre y al abrir comunica, no lo que quiere decir el pintor, sino lo que la apertura per se le dice al espectador. El arte tiene sus materiales y sus técnicas, el arte presenta formas en un espacio limitado, pero cuando es arte  trasciende todo ello y habla lo que no tiene voz. El

¿Se puede renunciar a un hermano?

Un hermano no es un "eso" aunque a veces lo parezca, sin embargo sí es un otro cuya diferencia disonante te quiebra todo propósito de seguir considerándolo como algo propio. Un hermano tiene implicado en los padres la relación contigo, de modo que sin pedirlo un hermano es siempre "tu" hermano. Un hermano, pues, te es propio, es tuyo, es biológicamente compatible; moralmente, sangre irrenunciable; historiográficamente, compañero; espiritualmente, mismidad. ¿Se puede renunciar a un hermano? Quieras o no, con un hermano compartes algo y no puedes verlo por completo ajeno aunque toda su forma de ser te repela hacia otra galaxia. Mi pregunta tiene una intensión, busca justificaciones, exoneraciones, permisos, simpatías. Un hermano puede serlo de muchas maneras. Para la experiencia pura y terrena del aquí y ahora, un hermano debe ejercer como tal o bien tan sólo es un: "sucedió que mis padres tuvieron un hijo con el cual compartí momentos por un tiempo pero