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Wagamamas

Comer es una de las primeras cosas que le da sentido a mi vida. Me gusta comer, disfruto comer. Comer no es deglutir algo, es experimentar la vida misma, es afirmar la vida, decirle sí y decírselo de una forma bonita.

Una de las mejores partes de viajar es probar las delicias del lugar sabiendo que quizá sea esa la última vez que lo pruebes porque no sabes si podrás regresar o al menos no sabes si podrás hacerlo pronto. Así que una comida puede ser una intensa relación de un día entre tú y el mundo que se te abre bocado a bocado.

El ramen del Wagamamas es una experiencia reconfortante, es comida para el alma, el sabor que te acaricia después de un largo viaje, el caldo que te cobija dándote la bienvenida. Con un tazón de estos enfrente, tienes la certeza de que la vida es bella de que, a mi manera, dios existe.

Dios es para mí comunión, reconocimiento de lo otro y de uno mismo como un mismo fenómeno experimentándose a sí mismo, es la vuelta hacía uno mismo desde lo otro. Comer es comunión. Hoy comulgué en Wagamamas, estoy en paz.

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