Religión y ciencia se creen distintas y opuestas entre ellas, una afirma lo que la otra niega. La religión niega la evolución pues considera al hombre como creado directamente por Dios. La ciencia, por su parte niega toda existencia de Dios porque la existencia presupone una subsistencia, una manifestación o un trazo de evidencia de que ese Algo ha estado ahí ¿cómo probar algo si no hay indicios de ese algo? Así han probado el bosón de Higgs, no porque lo hayan "visto" sino porque su existencia presupone, de acuerdo a cálculos, el encontrar cierto tipo de rastros tras un evento inducido; encuentran los rastros, queda probado.
El problema de la religión y la ciencia en cuanto al tema de Dios es que ambas lo afirman y lo niegan considerándolo un Algo, una entidad. Esto, desde mi punto de vista, es la mayor de las necedades pues se contrapone tal presupuesto a la postulación del concepto, es decir, el atributo "ser entidad" se contrapone al resto de atributos asociados a Dios. Si hay algo de cierto en lo que dicen los científicos al afirmar contundentemente que no hay (el haber o encontrarse es propio de las entidades) tal Dios es que no hay evidencia de una entidad creadora que todo lo "oye", todo lo "sabe", etc., justamente porque es ilógico que el hombre haya llegado a postular una entidad separada de la creación (o lo que es en su totalidad), es decir, es ilógico un concepto de Dios porque Dios no puede ser un objeto al cual el ser humano le pueda asignar o descubrir atributos como si Dios fuera una manzana.
Sólo lo entitativo puede ser objeto estudio de la ciencia, precisamente porque la ciencia como observadora (sujeto) se separa de lo que estudia (objeto). Esta separación no podría aplicar para Dios si lo consideramos como Fuente, Matriz, Todo, Universo, Naturaleza, Consciencia, Eternidad, porque el creado (objeto) no puede separarse de su creador (Sujeto) en el sentido en que un zapato existe independientemente del zapatero una vez producido y una vez separado el objeto se vuelva sujeto observador del Sujeto primero.
Si postulamos un Creador último, es una necedad pensar que podemos conocer, como conocemos cualquier objeto, al "contenedor" sin límites en el que nos encontramos. Es decir, Dios no existe porque no es una cosa, sólo lo creado existe, por tanto, aunque la palabra "creador" remita a una entidad, como remite todo aquello de lo que podemos hablar y conocer, debemos entenderla (por fuerza de la lógica o de mantener la integridad de lo que decimos —la cordura, pues—) fuera del ámbito de todo posible concepto.
El ejercicio intelectual que supone mantener a Dios como fondo sin fondo escapa a todo propósito de la religión dogmática que llama fe al acto de deliberadamente dejar de pensar y cuestionar. La religión no busca respuestas sino más bien calmar la necesidad del hombre de cuestionarse y en su ejercicio postula un sin fin de barbaridades y las llama misterio.
El punto no es dejar de cuestionar sino, por el contrario, hacerlo una y otra vez porque ello mantiene nuestro espíritu resplandeciente. El punto no es rebajar lo misterioso o lo inaccesible por vía del esquema de pensamiento sujeto-objeto a lo propio de ignorantes ni tampoco creer en la ilusión de que sólo mediante la ciencia uno se acerca a la verdad pues la verdad es más que aquello entitativo de lo cual uno puede predicar, cuestionarse no es sólo buscar soluciones sino también mantenerse en la maravilla de lo abismoso.
El problema de la religión y la ciencia en cuanto al tema de Dios es que ambas lo afirman y lo niegan considerándolo un Algo, una entidad. Esto, desde mi punto de vista, es la mayor de las necedades pues se contrapone tal presupuesto a la postulación del concepto, es decir, el atributo "ser entidad" se contrapone al resto de atributos asociados a Dios. Si hay algo de cierto en lo que dicen los científicos al afirmar contundentemente que no hay (el haber o encontrarse es propio de las entidades) tal Dios es que no hay evidencia de una entidad creadora que todo lo "oye", todo lo "sabe", etc., justamente porque es ilógico que el hombre haya llegado a postular una entidad separada de la creación (o lo que es en su totalidad), es decir, es ilógico un concepto de Dios porque Dios no puede ser un objeto al cual el ser humano le pueda asignar o descubrir atributos como si Dios fuera una manzana.
Sólo lo entitativo puede ser objeto estudio de la ciencia, precisamente porque la ciencia como observadora (sujeto) se separa de lo que estudia (objeto). Esta separación no podría aplicar para Dios si lo consideramos como Fuente, Matriz, Todo, Universo, Naturaleza, Consciencia, Eternidad, porque el creado (objeto) no puede separarse de su creador (Sujeto) en el sentido en que un zapato existe independientemente del zapatero una vez producido y una vez separado el objeto se vuelva sujeto observador del Sujeto primero.
Si postulamos un Creador último, es una necedad pensar que podemos conocer, como conocemos cualquier objeto, al "contenedor" sin límites en el que nos encontramos. Es decir, Dios no existe porque no es una cosa, sólo lo creado existe, por tanto, aunque la palabra "creador" remita a una entidad, como remite todo aquello de lo que podemos hablar y conocer, debemos entenderla (por fuerza de la lógica o de mantener la integridad de lo que decimos —la cordura, pues—) fuera del ámbito de todo posible concepto.
El ejercicio intelectual que supone mantener a Dios como fondo sin fondo escapa a todo propósito de la religión dogmática que llama fe al acto de deliberadamente dejar de pensar y cuestionar. La religión no busca respuestas sino más bien calmar la necesidad del hombre de cuestionarse y en su ejercicio postula un sin fin de barbaridades y las llama misterio.
El punto no es dejar de cuestionar sino, por el contrario, hacerlo una y otra vez porque ello mantiene nuestro espíritu resplandeciente. El punto no es rebajar lo misterioso o lo inaccesible por vía del esquema de pensamiento sujeto-objeto a lo propio de ignorantes ni tampoco creer en la ilusión de que sólo mediante la ciencia uno se acerca a la verdad pues la verdad es más que aquello entitativo de lo cual uno puede predicar, cuestionarse no es sólo buscar soluciones sino también mantenerse en la maravilla de lo abismoso.
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