Empecemos por decir que este texto en modo alguno pretende ser riguroso, primeramente porque ni tengo todo el conocimiento, ni es el ánimo de este blog en su conjunto proveer de citas filosóficas para el uso de filósofos.
La cuestión que me trae aquí hoy no es una cuestión que sólo preocupe a metafísicos y ontólogos, es una cuestión que, aunque no esté articulada, emana de la capacidad del ser humano de interrogarse por su propia existencia y, con ello, por la existencia de lo que está ahí junto con él. Es claro que para muchos es más importante cuestionarse sobre cómo hacer tal o cual cosa: ganar dinero, ser exitoso, conseguir el amor, vencer al enemigo, comprarse o no algo, qué ponerse para el día de hoy y toda esa serie de actividades cotidianas en las que entretenemos nuestra existencia para así, inconsciente o conscientemente, evitemos pensar sobre el qué, el por qué y el para qué de nuestras existencias. Supongo que dejar de entretenerse es despertar, porque no creo que sea adquirir consciencia para "atraer esas miles de cosas que el universo nos ofrece en su catálogo". Despertar tiene un sentido más fundamental porque resquebraja el fundamento ilusorio en el que nos asentamos, algo así como un terremoto tirando edificios en el suelo lacustre de la Ciudad de México. Una vez resquebrajado el fundamento queda el miedo de levantar cualquier cosa, pero también queda en evidencia lo verdaderamente importante.
Cuando empecé a leer sobre el ser, yo pensaba que el ser era el conjunto de todo lo que era, algo así como un ente enorme. Esa idea no la he erradicado del todo pues ahora lo veo como la fuente de la realidad viva (en el sentido de dinámica, mutable y ordenada) y puede eso verse como la consciencia única o universal o como la fuerza unificadora o como aquello que se percibe y comparten términos como Logos y Physis. En realidad sigo investigando, supongo que todos los que se interesan por el tema siguen investigando porque no conozco a nadie en su sano juicio que se atreva a decir "el ser es esto", simplemente porque del ser no se puede predicar nada tal y como lo hacemos con el ente, es decir, no podemos decir del ser lo mismo que lo que en su darse el ser nos deja algo que aprehender.
Hay dos respuestas inmediatas que tienen y no algo del verdad en ellas cuando se pregunta qué es eso que Heidegger quería decir con Sein y Dasein (ser y ser-ahí): inmediatamente se puede pensar que Sein es Dios y Dasein es el ser humano. Ahora, todo depende de qué entendamos por Dios y por ser humano. En ningún caso puede ser aquí Dios el máximo ente (un señor, un padre, una entidad, una inteligencia separada ni una suma de nada) ni el ser humano puede entenderse como el animal racional (ni mucho menos el hijo de Dios ni aquel que se encuentra en el último escalón de la jerarquía impuesta por él en la naturaleza); si tenemos esa idea, eso no es lo que Heidegger estaba pensando.
Aquí yo me quedo pensando, si aquello a lo que Heidegger apunta (señala, nos hace voltear la mirada) con Sein es inefable, ¿por qué diablos nos devanamos el cerebro pensando en ello? Primero porque ahí está, tenemos una pre-comprensión de ello en tanto que hablamos de la existencia de lo más natural sin definirla pero comprendiéndola en el fondo aunque cada vez que queremos decir algo de ello nos quedamos cortos, eso es lo misterioso y lo más digno de ser cuestionado pues nos atañe en lo más profundo. ¿Cómo es que tenemos esa pre-comprensión? Pre-comprender no significa reflexionar, la reflexión es posible porque pre-comprendemos, es decir, nunca empezamos de cero y comenzamos a agregar conocimiento como si fuéramos una computadora, sino que a la base está el ejercicio del Logos y se manifiesta en la estructura ontológica del Dasein. Cuando decimos que ontológicamente el Dasein se estructura de tal o cual manera no estamos diciendo que el Dasein es una cosa se compone de tal o cual atributo, esta es una forma de pensar que sólo nos ha dejado en lo ente, en lo que ya es y es de tal o cual manera (como vemos aquí aparece el ser y no hemos dicho nada de él). Lo óntico apunta a lo ente como lo aprehensible y referible; lo ontológico apunta al ser como aquello que en su darse se rehusa (nótese el paradigma que une y diferencia dos acciones que se oponen pero que en su oponerse abarcan ambas, en su co-pertenencia, lo inefable… lo mismo podemos "pre-sentir" en lo que en el mundo de los antiguos griegos habitaba en Logos y Physis).
El Dasein es un ente en tanto que es traído y expresado, es un ente en tanto que es cada uno de nosotros pero no es un ser humano en concreto (no es "Flor Coss", no es subjetividad ni identidad ni individualidad ni razón y por ello no es la consciencia como se le entendía en el siglo XX). El Dasein es esa "bisagra" que "está" entre el ser y el ente que hace posible que el ser humano pueda levantar la pregunta por el ser estando parado en lo ente, que pueda pre-comprender la realidad y por tanto ya siempre sea en el mundo —ya siempre tiene un sentido—, que pueda ver en la Physis el ejercicio del Logos y que pueda comprenderse no como ente ya dado sino como curso sin pre-destinación.
La cuestión que me trae aquí hoy no es una cuestión que sólo preocupe a metafísicos y ontólogos, es una cuestión que, aunque no esté articulada, emana de la capacidad del ser humano de interrogarse por su propia existencia y, con ello, por la existencia de lo que está ahí junto con él. Es claro que para muchos es más importante cuestionarse sobre cómo hacer tal o cual cosa: ganar dinero, ser exitoso, conseguir el amor, vencer al enemigo, comprarse o no algo, qué ponerse para el día de hoy y toda esa serie de actividades cotidianas en las que entretenemos nuestra existencia para así, inconsciente o conscientemente, evitemos pensar sobre el qué, el por qué y el para qué de nuestras existencias. Supongo que dejar de entretenerse es despertar, porque no creo que sea adquirir consciencia para "atraer esas miles de cosas que el universo nos ofrece en su catálogo". Despertar tiene un sentido más fundamental porque resquebraja el fundamento ilusorio en el que nos asentamos, algo así como un terremoto tirando edificios en el suelo lacustre de la Ciudad de México. Una vez resquebrajado el fundamento queda el miedo de levantar cualquier cosa, pero también queda en evidencia lo verdaderamente importante.
Cuando empecé a leer sobre el ser, yo pensaba que el ser era el conjunto de todo lo que era, algo así como un ente enorme. Esa idea no la he erradicado del todo pues ahora lo veo como la fuente de la realidad viva (en el sentido de dinámica, mutable y ordenada) y puede eso verse como la consciencia única o universal o como la fuerza unificadora o como aquello que se percibe y comparten términos como Logos y Physis. En realidad sigo investigando, supongo que todos los que se interesan por el tema siguen investigando porque no conozco a nadie en su sano juicio que se atreva a decir "el ser es esto", simplemente porque del ser no se puede predicar nada tal y como lo hacemos con el ente, es decir, no podemos decir del ser lo mismo que lo que en su darse el ser nos deja algo que aprehender.
Hay dos respuestas inmediatas que tienen y no algo del verdad en ellas cuando se pregunta qué es eso que Heidegger quería decir con Sein y Dasein (ser y ser-ahí): inmediatamente se puede pensar que Sein es Dios y Dasein es el ser humano. Ahora, todo depende de qué entendamos por Dios y por ser humano. En ningún caso puede ser aquí Dios el máximo ente (un señor, un padre, una entidad, una inteligencia separada ni una suma de nada) ni el ser humano puede entenderse como el animal racional (ni mucho menos el hijo de Dios ni aquel que se encuentra en el último escalón de la jerarquía impuesta por él en la naturaleza); si tenemos esa idea, eso no es lo que Heidegger estaba pensando.
Aquí yo me quedo pensando, si aquello a lo que Heidegger apunta (señala, nos hace voltear la mirada) con Sein es inefable, ¿por qué diablos nos devanamos el cerebro pensando en ello? Primero porque ahí está, tenemos una pre-comprensión de ello en tanto que hablamos de la existencia de lo más natural sin definirla pero comprendiéndola en el fondo aunque cada vez que queremos decir algo de ello nos quedamos cortos, eso es lo misterioso y lo más digno de ser cuestionado pues nos atañe en lo más profundo. ¿Cómo es que tenemos esa pre-comprensión? Pre-comprender no significa reflexionar, la reflexión es posible porque pre-comprendemos, es decir, nunca empezamos de cero y comenzamos a agregar conocimiento como si fuéramos una computadora, sino que a la base está el ejercicio del Logos y se manifiesta en la estructura ontológica del Dasein. Cuando decimos que ontológicamente el Dasein se estructura de tal o cual manera no estamos diciendo que el Dasein es una cosa se compone de tal o cual atributo, esta es una forma de pensar que sólo nos ha dejado en lo ente, en lo que ya es y es de tal o cual manera (como vemos aquí aparece el ser y no hemos dicho nada de él). Lo óntico apunta a lo ente como lo aprehensible y referible; lo ontológico apunta al ser como aquello que en su darse se rehusa (nótese el paradigma que une y diferencia dos acciones que se oponen pero que en su oponerse abarcan ambas, en su co-pertenencia, lo inefable… lo mismo podemos "pre-sentir" en lo que en el mundo de los antiguos griegos habitaba en Logos y Physis).
El Dasein es un ente en tanto que es traído y expresado, es un ente en tanto que es cada uno de nosotros pero no es un ser humano en concreto (no es "Flor Coss", no es subjetividad ni identidad ni individualidad ni razón y por ello no es la consciencia como se le entendía en el siglo XX). El Dasein es esa "bisagra" que "está" entre el ser y el ente que hace posible que el ser humano pueda levantar la pregunta por el ser estando parado en lo ente, que pueda pre-comprender la realidad y por tanto ya siempre sea en el mundo —ya siempre tiene un sentido—, que pueda ver en la Physis el ejercicio del Logos y que pueda comprenderse no como ente ya dado sino como curso sin pre-destinación.
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