Transformación. Acción y efecto de que algo cambie o sea distinto, pero sin alterar totalmente todas sus características esenciales.
No somos los mismos que ayer, pero eso no quiere decir que seamos otros. El budismo en su total lucidez tiene a la base la comprensión de la impermanencia de todo, de la realidad (aquí no sólo estamos hablando de las cosas, del mundo físico, sino también de las ideas, los sentimientos, los modos en los que una cosa se presenta e inclusive el tiempo —no entendido como una sucesión de momentos, sino más bien como la forma en que se temporiza, la forma en como los tres éxtasis temporales se modifican el uno al otro— pues el pasado también es impermanente.)
La idea de la impermanencia nos puede causar alivio o ansiedad según la estemos pasando muy mal o la estemos pasando fenomenal, la respuesta emocional sólo es una interpretación en la que nuestra identidad marca la pauta. El punto es que no todo está dicho definitivamente, los eventos dejan siempre su rastro y el rastro mismo se va transformando. La transformación es una actividad analógica en dos sentidos: es una interpretación que lleva un movimiento pendular que va de la equivocidad a la unicidad y cuyo arco va disminuyendo, y por otro lado es como una onda cuya cresta trae siempre consigo su valle.
Transformarnos es inevitable, es parte de la naturaleza de lo que es. El problema es quedarnos con una foto pensando que eso somos y tatuarnos en la sangre un parecer.
La transformación no nos libera de lo que hacemos sino nos hace responsables de ello pues sabemos que nuestras acciones perfilan el mundo en el que vivimos.
No somos los mismos que ayer, pero eso no quiere decir que seamos otros. El budismo en su total lucidez tiene a la base la comprensión de la impermanencia de todo, de la realidad (aquí no sólo estamos hablando de las cosas, del mundo físico, sino también de las ideas, los sentimientos, los modos en los que una cosa se presenta e inclusive el tiempo —no entendido como una sucesión de momentos, sino más bien como la forma en que se temporiza, la forma en como los tres éxtasis temporales se modifican el uno al otro— pues el pasado también es impermanente.)
La idea de la impermanencia nos puede causar alivio o ansiedad según la estemos pasando muy mal o la estemos pasando fenomenal, la respuesta emocional sólo es una interpretación en la que nuestra identidad marca la pauta. El punto es que no todo está dicho definitivamente, los eventos dejan siempre su rastro y el rastro mismo se va transformando. La transformación es una actividad analógica en dos sentidos: es una interpretación que lleva un movimiento pendular que va de la equivocidad a la unicidad y cuyo arco va disminuyendo, y por otro lado es como una onda cuya cresta trae siempre consigo su valle.
Transformarnos es inevitable, es parte de la naturaleza de lo que es. El problema es quedarnos con una foto pensando que eso somos y tatuarnos en la sangre un parecer.
La transformación no nos libera de lo que hacemos sino nos hace responsables de ello pues sabemos que nuestras acciones perfilan el mundo en el que vivimos.
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