Ranas
Casi en el centro de la foto de este post, aparece una ranita que mide en la realidad unos cinco centímetros. Ha sido un encuentro cercano humano-anfibio.
La cosa fue así:
A treinta grados centígrados, a unos pasos de un lago con juncos y patos, no podía pasar por alto tenderme en el prado a tomar el sol mientras observaba a los patitos hacer bucitos.
Encontré el lugar perfecto, una lomita delante de unas rocas que al parecer llevan toda la vida ahí (la vida de todos los terrícolas), un árbol en medio haciendo la sombra ideal (esa que deja pasar el sol al ritmo del viento), privacidad, lago al frente, cielo despejado arriba. Tendí la manta y me dispuse a pensar.
El viento de pronto movía las hojitas ya ocres de tanto tiempo que llevaban caídas del árbol, pero una hojita parecía moverse a voluntad. ¡Qué raro! Me incorporé, me quité los lentes de sol y miré atenta. La hoja brincó. Más de cerca, necesitaba estar más de cerca. treinta centímetros entre mis ojos y ella. Empecé a verle a la hoja patitas y mi cerebro empezó a darle la forma real: es una rana.
Pensando que era una foreveralone como yo, me puse otra vez los lentes y me volví a recostar. Al rato siento como si me hubiera caído agua en el brazo. Me levanto otra vez y ¡zas! otra rana, pero ésta más audaz ya me andaba brincando encima. Me paré de un brinco y empecé a ver ranas. No pude espantarme del todo porque la preocupación ganó: ¿cuántas ranitas había aplastado? No quise saber. Tomé mis cosas y me fui al claro lejos del lago, sin árboles y con una veintena de asoleados.
La cosa fue así:
A treinta grados centígrados, a unos pasos de un lago con juncos y patos, no podía pasar por alto tenderme en el prado a tomar el sol mientras observaba a los patitos hacer bucitos.
Encontré el lugar perfecto, una lomita delante de unas rocas que al parecer llevan toda la vida ahí (la vida de todos los terrícolas), un árbol en medio haciendo la sombra ideal (esa que deja pasar el sol al ritmo del viento), privacidad, lago al frente, cielo despejado arriba. Tendí la manta y me dispuse a pensar.
El viento de pronto movía las hojitas ya ocres de tanto tiempo que llevaban caídas del árbol, pero una hojita parecía moverse a voluntad. ¡Qué raro! Me incorporé, me quité los lentes de sol y miré atenta. La hoja brincó. Más de cerca, necesitaba estar más de cerca. treinta centímetros entre mis ojos y ella. Empecé a verle a la hoja patitas y mi cerebro empezó a darle la forma real: es una rana.
Pensando que era una foreveralone como yo, me puse otra vez los lentes y me volví a recostar. Al rato siento como si me hubiera caído agua en el brazo. Me levanto otra vez y ¡zas! otra rana, pero ésta más audaz ya me andaba brincando encima. Me paré de un brinco y empecé a ver ranas. No pude espantarme del todo porque la preocupación ganó: ¿cuántas ranitas había aplastado? No quise saber. Tomé mis cosas y me fui al claro lejos del lago, sin árboles y con una veintena de asoleados.
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