Nostalgia de México
¡Cómo extraño el país en el que crecí! Éste, en el que vivo, ya no es más ese que extraño.
No extraño sus modas, sus usos,... Vaya que no es una nostalgia de pasado. Ésta es una nostalgia de posibilidades de vida.
Se puede cambiar el estilo de los pantalones, el uso o desuso del sombrero, los modelos de autos, pero, ¿por qué abandonar la tranquilidad de salir a pasear, de ir a un parque a caminar por la tarde? ¿Por qué perder la tranquilidad de que un niño vaya solo de la casa a la escuela primaria? ¿Por qué andar todo el día a la defensiva? ¿Por qué hasta los que piden limosna te timan? Ya no sabes a quién asaltaron y quien sólo te lo dice para que le sea dinero, ya no sabes quién está enfermo y quien sólo usa el truco de la receta. Ya no hay seriedad, ya no hay respeto.
Este es un México en el que no se puede ver por los otros porque se está muy ocupado protegiéndose a uno mismo. Este es un México donde la mentira es lo común, donde los amigos sólo son amigos para el desmadre.
Aquí se confunde el servilismo con la calidez, la pobreza con la ignorancia y la suciedad, el ser mismo con el tipo de trabajo y el tipo de ropa. Sobra decir que si no tienes trabajo no eres nadie, así como si no produces. A nadie le importa leer y mucho menos le importa la gente que su vida es escribir. Aquí el arte es un lujo y cómo va a ser si es lo único que puede sacarnos de la miseria existencial en la que vivimos.
Si los mexicanos se cuestionaran sobre su vida, la nación entera estaría en una gran depresión.
¿Quién puede creer que vamos para algún lado? ¿Quién puede creer que llegará un presidente a librarnos de todo mal cuando los políticos mismos aplican la de: "de que me joda yo a que se joda el otro, mejor el otro".
En el México de hoy se construyen centros comerciales como si a la gente le sobrara dinero. Ya no importan los parques: algunos se aún están pero ya no se hace nuevos, los que están son inseguros y sucios y sólo algunos privilegiados pueden llegar caminando desde su casa a uno de ellos. Ni que decir de hacer un día de campo en tu colonia, no hay pasto digno en dónde sentarse. Ya no se juega sin gastar dinero: una reata, un gis, una pelota o las palmas de las manos, ya no son suficientes para divertirse. Divertirse aquí es comprar, beber y ver la tele.
La gente tira basura en la calle. Donde hay paraderos hay un muladar con cientos de puestos de comida chatarra, ratas y botellas rellenas de orines.
El transporte público no alcanza, uno se juega la vida cada día entre embotellamientos, carros que no se detienen en los altos, conductores que no tienen el mínimo respeto por los peatones, peatones que caminan como si fueran inmortales (creo que es la negación más evidente de la vida de miseria en la que se encuentran), rateros en bicicletas o motocicletas que te arrebatan lo poco que tienes, rateros a pie que rompen el cristal de tu coche y te bajan, guaruras que se te meten con pistola en mano, inundaciones, contaminación, policías buscando su mordida, calles sin banquetas, calles sin coladeras, obras a medio terminar, groserías, manoceadas, tocadas de claxon a ritmo de mentada de madre.
Suficientes son los peligros de los accidentes y las enfermedades a las que todo ser humano está expuesto y aún así, aquí parece deporte nacional hacer imposible la vida al de enfrente.
¿Cuándo podremos volver a pasear al atardecer caminando por las calles y en santa paz?
En el México de hoy se construyen centros comerciales como si a la gente le sobrara dinero. Ya no importan los parques: algunos se aún están pero ya no se hace nuevos, los que están son inseguros y sucios y sólo algunos privilegiados pueden llegar caminando desde su casa a uno de ellos. Ni que decir de hacer un día de campo en tu colonia, no hay pasto digno en dónde sentarse. Ya no se juega sin gastar dinero: una reata, un gis, una pelota o las palmas de las manos, ya no son suficientes para divertirse. Divertirse aquí es comprar, beber y ver la tele.
La gente tira basura en la calle. Donde hay paraderos hay un muladar con cientos de puestos de comida chatarra, ratas y botellas rellenas de orines.
El transporte público no alcanza, uno se juega la vida cada día entre embotellamientos, carros que no se detienen en los altos, conductores que no tienen el mínimo respeto por los peatones, peatones que caminan como si fueran inmortales (creo que es la negación más evidente de la vida de miseria en la que se encuentran), rateros en bicicletas o motocicletas que te arrebatan lo poco que tienes, rateros a pie que rompen el cristal de tu coche y te bajan, guaruras que se te meten con pistola en mano, inundaciones, contaminación, policías buscando su mordida, calles sin banquetas, calles sin coladeras, obras a medio terminar, groserías, manoceadas, tocadas de claxon a ritmo de mentada de madre.
Suficientes son los peligros de los accidentes y las enfermedades a las que todo ser humano está expuesto y aún así, aquí parece deporte nacional hacer imposible la vida al de enfrente.
¿Cuándo podremos volver a pasear al atardecer caminando por las calles y en santa paz?
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