No es Cuba, es Suecia

Es tiempo de sacar a orear a esa máquina que casi es como un miembro de la familia. Se le lava, se le pule, se le presume. Indispensable hacerse de adeptos para hablar de la vida al lado de un auto viejo.
Dados de peluche cuelgan en el retrovisor. Tatuajes entre los motociclistas que parecen sacados de antaño.
Falta la música que hable de rutas y viajes largos que dejan toda una vida atrás. Falta el café que sirva malteadas, las faldas de vuelo y las rockolas.
Aquí no se vive en el ayer porque falte acceso a lo nuevo. Aquí se añora sin melancolía. Aquí lo viejo es un lujo creado. Aquí se revive una y otra vez hasta saciarse de toda la experiencia y convertirla en identidad estética que no arrebata la identidad ética.
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