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Sobre experiencias del reino sutil

Hace tiempo que no vengo aquí a escribir en mi blog. He estado dedicando mucho tiempo a mí misma, el climaterio no está siendo nada fácil para mí… quizá en otra ocasión escriba sobre ello, pero ahora tengo otro pendiente que casi creo que seguirá así cuando publique este post, de cualquier modo tengo que seguir intentándolo.

La cuestión comenzó hace ya casi 30 años, cuando tuve una experiencia singular que desde entonces no he podido describir del todo. En su tiempo supuse que era una especie de aliciente a lo que podía venir, una guía muy hermosa. Luego se me figuró que bien podía ser una vida pasada que recordaba y, finalmente, llegué a considerar que era algo que había armado mi cabeza con escenas de una serie de televisión que siempre me ha gustado. 

Con el desencanto lo dejé todo a un lado y empecé una etapa de mi vida que creía que era un desenmascaramiento de creencias en el que la "yo adulta" tomaba las riendas para dejar a un lado de una vez las tonterías y ponerme seria. Esta etapa cayó por sí misma porque mi forma natural de ser no es así y porque lo único que logré fue quitarle la ilusión a mi vida y dejarme en un mundo estéril. La caída trajo oscuridad y en la oscuridad lo único que me preocupaba verdaderamente rescatar era esa vivencia. La intenté escribir sin saber cómo hacerlo. No me gustó el resultado pero ya estaba fuera, ante los ojos de quien la fortuna quisiera llevar mi texto. Mi memoria no quedaría muerta.

Y ahora, siete meses después, vuelve a mí la inquietud. No sé si es porque no escribí algo de importancia, alguna clave o porque aún no ha terminado de rescatarme esa vivencia-videncia. No sé qué estoy dejando de lado… Quizá creer yo misma en lo que experimenté…

Un día estaba triste y tuve una visión. Vi delante de mí, como una película, una tarde cerca del mar. Serían las 4pm (o las 16:00 si acaso los números tienen algún juego aquí) y hacía viento, la temperatura era muy agradable y me encontraba descalza. Los pies que veía lucían diferentes pero sabía que era yo. Llevaba un vestido blanco holgado y largo. Se oían las olas del mar rompiendo en un risco. En el cielo, una gaviota planeaba cerca de mí. Me sentía muy bien, tranquila y segura. "Es mi gaviota" afirmé como si esto tuviera gran importancia. Miraba hacia el horizonte mientras caía la tarde. Como a las 6pm (o 18:00) bajaba del risco en el que estaba rumbo a una cabaña en la que se distinguía una vela encendida. "Me están esperando". La cabaña olía a café. El piso era de madera oscura y lo sentía con las plantas de los pies. Toda la visión estaba cargada de fuertes estímulos sensoriales, como si fuera un recuerdo muy vívido. Un hombre de camisa a cuadros era quien me esperaba. Nunca le vi la cara ni me la vi a mí. Lo más notorio era lo bien que me sentía y era una manera de "ver" lo bien que me podía sentir.

La cabaña tenía dos pisos. En el de arriba, un cuarto estaba destinado para que yo escribiera. Estaba lleno de papeles con caligrafía en sepia. No leí ni una sola palabra.

Por alguna razón que no tengo en claro, la hora tiene una importancia. Así como la gaviota, la vela, el café, la madera, la camisa a cuadros y las hojas con letras en sepia. Pero con todo y la importancia que tengan, no sé si simbólica, lo remarcaba era el sentimiento de plenitud que estaba experimentando. Creo que fue por eso que se me quedó todo tan grabado (ya han pasado como 30 años de que tuve esa visión). Esa plenitud tenía un componente de madurez que no había yo experimentado, por eso supuse al principio que era una guía, un signo de esperanza de que todo iba a ir bien.

Me pregunto si esa visión tiene algo que decirme hoy. Si puedo considerar que esa plenitud puede lograrse sin importar dónde esté yo fácticamente ahora. Quiero creer que sí. Si esta visión sigue latiendo en mí, tiene que ser así. Quiero asumirla como mi destino, como un "sigue adelante, enfócate en lo que quieres en verdad". ¿Qué quiero? Esa tranquilidad y seguridad sencillas y potentes, más ciertas que ninguna otra cosa. Sin más interpretaciones.


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