Estaba yo escuchando a J. Krishnamurti hablar con unos niños sobre algo que, él insistía, era de extrema importancia. Lo es, el tema es de extrema importancia.
Krishnamurti les dice, ustedes van a "salir" al mundo, un mundo donde hay violencia, robo, secuestro, asesinato, corrupción. Así, de golpe y con todas sus letras les dice lo que hay. Necesitan saber a qué se enfrentan, pero lo más importante es conocer de qué se alimenta ese mundo.
Antes de llegar al fondo, Krishnamurti descansa en un escalón importante. A ustedes, les dice a los niños, les han lavado el cerebro. Krishnamurti levanta la mirada hacia donde se encuentran los padres. Claro, los padres le llaman a eso educación, pero es más bien la inyección de todos sus temores bajo la forma del deber ser. Los padres quieren que sus hijos estén preparados para el mundo, pero lo que hacen es alimentar al mundo con ciudadanos que sostendrán el orden actual. Los padres estar creando a los nuevos tiranos. Los padres están llevando a sus hijos a la frustración extrema, que es la frustración de no dirigir sus vidas desde la inspiración sino desde la utilidad.
Krishnamurti mira a los niños y les dice que es de extrema importancia que se apeguen y nunca olviden sus talentos sin importar nada más. Entonces un niño le contesta muy racionalmente —el daño ya está hecho— que bien podría ser ingeniero primero y luego que ya ganara dinero podría dedicarse a hacer lo que le gusta.
Nunca tenemos como foco lo que nos gusta hacer sino lo que necesitamos hacer para ser mejores, exitosos, acaudalados y, lo menos —que es lo más— para sobrevivir en el mundo bajo las condiciones de ese mundo. ¿Cómo diablos va a cambiar el mundo si no hacemos mas que sostenerlo en su orden actual? ¡Ah, claro, para eso están los mesías y los héroes! Que la responsabilidad se la eche alguien más.
Pero no necesitamos actos heroicos como aventarse de un castillo con la bandera de la patria envolviéndonos el cuerpo, ni bajar de los cielos entre trompetas. Necesitamos el acto heroico de ser nosotros mismos, de apegarnos a nuestros talentos, de dejar a un lado el ideal creado para sostener el tan mentado progreso que nos tiene donde nos tiene. Luego están los espiritualistas que les da por aventar a la gente a hacer lo que tienen por destino marcado, que siempre tiene el tinte de que debe marcar la diferencia, y luego les ofrecen sus servicios de videntes. Nunca ha estado más perdido un humano que cuando ha seguido la guía de alguien más hasta en las formas.
¿Cómo es un mundo conformado por frustrados que no saben que están frustrados?
Así que si te dicen, sigue tu talento, no preguntes a alguien más cuál es tu talento. Nadie sabe más que tú, lo tienes muy olvidado, eso sí. Regresar a buscar es doloroso para quien ya lleva un camino largo en el deber ser —que estos días no es ético sino moralista-económico-egocentrista—. Lo mejor que puede hacer un padre es dejar que sus hijos ahonden en sus talentos, es decir, eso a lo que tienden a hacer a la menor provocación.
Un adulto va a requerir ayuda, la ayuda no es ponerle señalizaciones en su camino —lo cual es imposible, quien diga que lo hace es un farsante manipulador—. La ayuda son como dar entrada al baile, a la canción; es como quien empieza poniendo una pauta y se hace a un lado para que una vez entonado el otro, se apropie de la entrada y la transforme con las pautas de su ser. Para el que entra, una vez que se le da la pauta, implica un salto que se antoja como salto al vacío. Así parece y a sí se siente porque no hay indicio alguno en lo ya "conocido" que te diga en qué va a acabar la cosa. Esto no es sino deshacerse del uniforme de trabajo de ser-humano, lo hemos usado tanto que sin él no sabemos quiénes somos. La libertad asusta. Muy pocos están dispuestos a despojarse de la estructura mental con la que ven su existencia para mirarla desnuda.
Así que, si tienen miedo, pueden acudir a tests. Hay varios, ninguno es el bueno y efectivo. Todos son pautas y como tales unas se acompañan mejor con nuestra pauta interna que otras. De hecho, si uno analiza las preguntas, se da uno cuenta del sesgo con el que está hechas. El sesgo es justamente la estructura mental preponderante en el mundo. Ver el sesgo es ya irse despojando de él.
Los académicos llaman a los talentos tipos de inteligencia. Howard Gardner ha trabajado los tipos de inteligencia desde la ciencia. Su trabajo es interesante como guía, pero creer que uno debe entrar en un tipo ya es ir cambiando de una estructura mental a otra. La estructura mental, es por definición limitante pues delimita el ámbito en el que nos comprendemos. Ajustarse a una estructura mental puede ser al principio tranquilizador porque es como rentar un departamento amueblado, el problema es que ni son nuestro muebles ni es nuestro departamento y por ende a la larga nos vamos a sentir frustrados porque todo nuestra vida estará limitada por el orden impuesto.
Krishnamurti les dice, ustedes van a "salir" al mundo, un mundo donde hay violencia, robo, secuestro, asesinato, corrupción. Así, de golpe y con todas sus letras les dice lo que hay. Necesitan saber a qué se enfrentan, pero lo más importante es conocer de qué se alimenta ese mundo.
Antes de llegar al fondo, Krishnamurti descansa en un escalón importante. A ustedes, les dice a los niños, les han lavado el cerebro. Krishnamurti levanta la mirada hacia donde se encuentran los padres. Claro, los padres le llaman a eso educación, pero es más bien la inyección de todos sus temores bajo la forma del deber ser. Los padres quieren que sus hijos estén preparados para el mundo, pero lo que hacen es alimentar al mundo con ciudadanos que sostendrán el orden actual. Los padres estar creando a los nuevos tiranos. Los padres están llevando a sus hijos a la frustración extrema, que es la frustración de no dirigir sus vidas desde la inspiración sino desde la utilidad.
Krishnamurti mira a los niños y les dice que es de extrema importancia que se apeguen y nunca olviden sus talentos sin importar nada más. Entonces un niño le contesta muy racionalmente —el daño ya está hecho— que bien podría ser ingeniero primero y luego que ya ganara dinero podría dedicarse a hacer lo que le gusta.
Nunca tenemos como foco lo que nos gusta hacer sino lo que necesitamos hacer para ser mejores, exitosos, acaudalados y, lo menos —que es lo más— para sobrevivir en el mundo bajo las condiciones de ese mundo. ¿Cómo diablos va a cambiar el mundo si no hacemos mas que sostenerlo en su orden actual? ¡Ah, claro, para eso están los mesías y los héroes! Que la responsabilidad se la eche alguien más.
Pero no necesitamos actos heroicos como aventarse de un castillo con la bandera de la patria envolviéndonos el cuerpo, ni bajar de los cielos entre trompetas. Necesitamos el acto heroico de ser nosotros mismos, de apegarnos a nuestros talentos, de dejar a un lado el ideal creado para sostener el tan mentado progreso que nos tiene donde nos tiene. Luego están los espiritualistas que les da por aventar a la gente a hacer lo que tienen por destino marcado, que siempre tiene el tinte de que debe marcar la diferencia, y luego les ofrecen sus servicios de videntes. Nunca ha estado más perdido un humano que cuando ha seguido la guía de alguien más hasta en las formas.
¿Cómo es un mundo conformado por frustrados que no saben que están frustrados?
Así que si te dicen, sigue tu talento, no preguntes a alguien más cuál es tu talento. Nadie sabe más que tú, lo tienes muy olvidado, eso sí. Regresar a buscar es doloroso para quien ya lleva un camino largo en el deber ser —que estos días no es ético sino moralista-económico-egocentrista—. Lo mejor que puede hacer un padre es dejar que sus hijos ahonden en sus talentos, es decir, eso a lo que tienden a hacer a la menor provocación.
Un adulto va a requerir ayuda, la ayuda no es ponerle señalizaciones en su camino —lo cual es imposible, quien diga que lo hace es un farsante manipulador—. La ayuda son como dar entrada al baile, a la canción; es como quien empieza poniendo una pauta y se hace a un lado para que una vez entonado el otro, se apropie de la entrada y la transforme con las pautas de su ser. Para el que entra, una vez que se le da la pauta, implica un salto que se antoja como salto al vacío. Así parece y a sí se siente porque no hay indicio alguno en lo ya "conocido" que te diga en qué va a acabar la cosa. Esto no es sino deshacerse del uniforme de trabajo de ser-humano, lo hemos usado tanto que sin él no sabemos quiénes somos. La libertad asusta. Muy pocos están dispuestos a despojarse de la estructura mental con la que ven su existencia para mirarla desnuda.
Así que, si tienen miedo, pueden acudir a tests. Hay varios, ninguno es el bueno y efectivo. Todos son pautas y como tales unas se acompañan mejor con nuestra pauta interna que otras. De hecho, si uno analiza las preguntas, se da uno cuenta del sesgo con el que está hechas. El sesgo es justamente la estructura mental preponderante en el mundo. Ver el sesgo es ya irse despojando de él.
Los académicos llaman a los talentos tipos de inteligencia. Howard Gardner ha trabajado los tipos de inteligencia desde la ciencia. Su trabajo es interesante como guía, pero creer que uno debe entrar en un tipo ya es ir cambiando de una estructura mental a otra. La estructura mental, es por definición limitante pues delimita el ámbito en el que nos comprendemos. Ajustarse a una estructura mental puede ser al principio tranquilizador porque es como rentar un departamento amueblado, el problema es que ni son nuestro muebles ni es nuestro departamento y por ende a la larga nos vamos a sentir frustrados porque todo nuestra vida estará limitada por el orden impuesto.
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