Aquí sigo

Me encuentro debajo de las cobijas con el cuello tenso sobre la almohada debatiéndome entre leer o escribir. Leer siempre hay mucho, lo difícil es escoger la lectura perfecta antes de cerrar el día. Escribir es más difícil porque depende mucho de que algo quiera salir y descubrirse. Escribir no es cuestión de elección, es la manifestación de algo que quiere ser.

Empecé leyendo y aunque la lectura era buena mi cuello se tensaba como si estuviera montando a caballo o arriba de un carro de la montaña rusa. Las letras de una buena novela merecen una mejor disposición. 

El cursor titila en la diminuta pantalla que sostengo mientras pienso en las horas que han dejado de ser a tiempo y vuelven seriadas a paso lento para que pueda recontarme el día. Me cuento una versión corta sobre la que extiendo un cuerpo emocional que fija la experiencia. 

Hoy ha sido un día de respuestas en forma de luz sin sentencias definidas. Toda respuesta a una pregunta de la existencia no tiene el carácter de nítida ni de contundente pero en su sutileza abre sus brazos para recibirte sin garantías.  La mejor promesa. 

Todo pasa. Pero siempre regresas a ti mismo. No hay más morada para ti que tú mismo aunque seas otro distinto del de ayer. Regresas y te sientes en casa. Aquí no hay voz que dirija ni reglas estrictas sino un sillón y una frazada que te ofrecen un instante de paz desde el cual seguir. Sólo desde la paz se te abre el mundo y tienes lugar propio. 

Me estiro un poco y verifico el cuello que aún no olvida las horas acumuladas de tensión. El cuerpo tarda en seguir el ritmo del alma que se prepara. La mente tarda todavía un poco más. Paciencia. 

Queda mucho por decir. 

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