La firme y absoluta convicción de que algo es verdad ya no existe ni en mi cabeza, ni en mi pecho. No hay una sola parte de mi cuerpo que pueda albergar tal virtud. Un velo me cubre por dentro de tal suerte que en mí no hay nada que pueda encontrar.
Crecí oyendo a mi papá decir con enjundia "¡Qué chulada de maíz pinto!" cuando le veía las piernas a mi mamá y después se las estrujaba con las mega-manotas que Dios le dio. Hasta hace poco no tenía una clara idea de lo hermoso que es el maíz azul (con el que hacen las tortillas azules que saben a gloria) hasta que de golpe lo vi en el mercado de Xochimilco, esta foto no me dejará mentir, su belleza es asombrosa.
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