Soberbia

Estaba en clase, del lado izquierdo una mujer, del lado derecho un hombre. El hombre, el profesor. La mujer, una aspirante a escritora, como yo. Los dos, mis reflejos. Los dos sacándome de quicio mostrando mi dualidad, mis rincones oscuros.

La derecha mi inseguridad, mi incongruencia, mis deseos de que me vean aún cuando mantenga un bajo perfil. La izquierda la falsa creencia de que los demás no saben nada, de que por su cabeza no pasa un pensamiento por más de un minuto, también otra forma de inseguridad y deseos de ser vista pero a través del exhibicionismo.

Lo cuento como quien cuenta una anécdota y a cambio recibo la confirmación de lo dicho resumido en una sola palabra: Soberbia.

¿Qué diablos es la soberbia? Dice por ahí que es vanidad, altivez, arrogancia. Yo me digo que no soy vanidosa, tal vez a veces altiva pero nunca arrogante. Eso digo yo. Luego leo que a la soberbia se la concreta con el deseo de ser preferido a otros, basándose en la satisfacción de la propia vanidad. Aquí puedo decir que efectivamente busco el deseo de ser preferida a otros, y ese deseo se remonta a mi infancia.

Se necesita ser soberbio para ser el hombre de la derecha o la mujer de la izquierda. ¿Soy soberbia entonces? Sí. Sí maldita sea, sí.

Ahora entiendo ese gusto desmedido por las siguientes palabras de Dagerman:

"Estoy desprovisto de fe y no puedo, pues, ser dichoso, ya que un hombre dichoso nunca llegará a temer que su vida sea un errar sin sentido hacia una muerte cierta. No me ha sido dado en herencia ni un dios ni un punto firme en la tierra desde el cual poder llamar la atención de dios; ni he heredado tampoco el furor disimulado del escéptico, ni las astucias del racionalista, ni el ardiente candor del ateo. Por eso no me atrevo a tirar la piedra ni a quien cree en cosas que yo dudo, ni a quien idolatra la duda como si ésta no estuviera rodeada de tinieblas. Esta piedra me alcanzaría a mí mismo ya que de una cosa estoy convencido: la necesidad de consuelo que tiene el ser humano es insaciable.

(...)

El equilibrio es un listón estrecho. Veo mi vida amenazada por dos poderes: por un lado, por las ávidas bocas del exceso; y por otro, por la avara amargura que se nutre de si misma. Pero rehúso elegir entre la orgía y la ascesis, aunque sea al precio de una confusión mental. Para mi no basta con saber que, puesto que no somos libres en nuestros actos, todo es excusable. Lo que busco no es una excusa a mi vida sino todo lo contrario a una excusa: la reconciliación.
.."

Si algún día llego a escribir algo como él y mi necesidad de consuelo se ve satisfecha con el logro que significaría mover a alguien de su reposo o de su "movimiento rectilíneo uniforme" entonces sabré que todo valió la pena, que mi vida merece la pena ser vivida. ¿Y si fallo? Dios, no sé.

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