El gusto de correr

Bendito sea Dios, recibí la bendición sentir placer corriendo. No se necesitan muchos aditamentos para correr, tan sólo unos zapatos deportivos y espíritu de aventura para dar vueltas inesperadas, meterse por lugares que no sabemos si tienen salida y luego, capacidad para recibir todo lo que el camino te va ofreciendo.

Así que hoy, con iPod en mano (sólo para propósitos de agregarle fondo musical al paisaje) y las llaves de mi departamento en la otra salí a disfrutar de estar viva.

Me fui corriendo hasta el canal y desde ahí lo recorrí de ida y vuelta. El sol me quemaba la cara, algunas güeras tomaban el sol sentadas a la orilla y como en todo buen día de cualquier lugar, la gente salió a pasear. Al canal salieron gente en sillas de ruedas motorizadas, bebés en sus carriolas empujadas o bien por su papá o por su mamá. Un asilo de más adentro sacaba a sus huéspedes veteranos para colocarlos en una fila de sillas, como si fueran a ver una obra de teatro y del otro lado una fila de infantes amarrados con un enorme lazo caminaban por el parque todos ataviados con mandiles de color rosa neón.

Creo que los que mejor se lo pasan son los perros, porque sus dueños se quedan más tiempo de lo normal y porque pueden junto a ellos quedarse panza arriba a recibir los rayos del güero mayor.

Pero la ropa todavía anda mezclada. Hay minifaldas y abrigos por igual; bufandas y blusas sin mangas, gorros invernales y lentes de sol. Hay quien sigue cargando con su invierno y otros que ya están abiertos a la primavera.

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