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Recordando por qué me gusta la filosofía

Antes de la pandemia, casi luego luego de terminar la maestría en filosofía, dejé de leer. Me había extraviado en lo que me gusta por olvidarme de los motivos por los que quería estudiar filosofía y embarcarme en buscarme un lugar, en sentirme aceptada en lo que hacía… como si uno debiera pedir permiso a los demás para ser quien se es.

Buscando la aprobación de otros, perdí parte de lo que le da sentido a mi vida: la pregunta. Dejé de preguntar y empecé a querer contestar.

Con la pandemia y su intensificación de lo evidente —la incertidumbre— la pregunta volvió a sentar el llamado fondo sin fondo. La incertidumbre me regresó de vuelta el miedo del que huía, pero debajo de éste le acompañaba el mayor de los sostenes: la pregunta, la curiosidad, la apertura, la entrega.

Para mí, la filosofía no da respuestas ni busca extrapolar lo manifiesto como en una suerte de predicción que afirma lo ya dicho de forma sobrepotenciada. Muchos filósofos han caído en eso y, siguiéndolos, me perdí y me angustié. He de recordarme una y otra vez que la filosofía, la que me gusta, no da respuestas; la filosofía pregunta y en su pregunta mira hacia donde pocos han mirado por las razones que sean; la filosofía abre caminos, no pavimenta los caminos ya abiertos ni busca seguidores; la filosofía es amorosa y da sin pedir nada, en su donación enciende tenues luces que cada quien habrá de potenciar con su propia luz colocando nuevas marcas por caminos intransitados.

En la pandemia no se trata de seguir en consecuencia con lo ya explícito (las formas de la sociedad, el estado y sistemas que les acompañan) y lanzar deducciones; más que nunca se trata de buscar nuevos caminos y abrir hacia nuevas posibilidades. Estamos todos en un mundo en pausa, por eso digo, "más que nunca".

En la indagación no se trata de adivinar ni de inventar. Pensadores anteriores a nosotros han dejado en su caminar esas tenues luces que esperan por nosotros. Esto es lo que me atrajo a la filosofía una primera vez, esas luces tenues que hacían de mi propia luz un camino del que estaba ansiosa por andar.

Si algo no debe hacer la filosofía es cerrar, demarcar, delimitar. Nuestra vida no es algo decidido, somos posibilidad, todo está por decirse. ¡Qué locura más grande es olvidarnos de que somos incertidumbre! Al no ser algo dicho, cada vez podemos cambiar de dirección. Vivir es explorar no para llegar a algún lugar (que anularía la esencia misma del explorar) sino para llenarnos de experiencias.

¿Qué queda por delante? Todo.

¿Quieres saber quién eres? Mira bien cada una de tus elecciones y el motivo detrás de cada una de ellas. ¿Quiénes somos? Hemos elegido por la soberbia de sabernos ciertos y conformados con una dirección única, pero hoy, y cada vez, podemos elegir distinto y tal vez aventurarnos a cursar los caminos de la curiosidad que nos expande en lugar de contraernos en historias prefabricadas.

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