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De observadora

Mientras espero, una espera larga, estoy de mirona. Miro aquí, miro allá. Un zapateado me llama la atención y me pregunto ¿por qué tres soldaditos juegan con sus rifles todos lindos, y a pierna alzada en sincronía cambian de lugar, dándole vueltas y vueltas a los rifles? ¿Qué razón poderosa los tiene haciendo la rutina una y otra vez? ¿Qué resguardan? ¿A quién le dedican semejante rito? Utilidad claramente se ve que no hay, y placer, francamente, después de la tercer repetición, no creo que les dé.

Quizá están para mí. Nadie más les mira. Nadie más les escucha. 

Soy la nueva conocida por acá. La conocida de sólo un día. Un policía se acerca a hacerme confidencias y a desahogarse de los contras de su trabajo   Me explica. Le escucho. Los soldaditos siguen en lo suyo (aunque no sé si en realidad "eso" es lo suyo). Lo mío es escribir y mirar (afuera y adentro). 

Siempre me pregunto, cuando veo a alguien en una situación difícil o incómoda, ¿y si quieren ir al baño, cómo le hacen? En todo este tiempo no hay un soldadito de relevo que tome el lugar de alguno de los performers.

Falta poco para que la espera aquí devenga en la espera allá. Estar en la víspera siempre me causa palpitaciones. Es un inminente dejar de ser traído a la conciencia. 

Tengo sed. 

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