U2, a un paso de lo sublime

U2 está en el límite de lo que Kant llamaría sublime (inadecuación de la estimación estética). Esto no es ningún piropo, no se crean, por el contrario es justo mi manera de explicar el gran sentimiento de displacer que me causó ver semejante monstruosidad proveedora de efectos lumínicos y sonoros que me arrebató el sentido de ver a un grupo que antes se catalogaba dentro del rock alternativo. ¡Ja, ya no más!

Me pregunto: exactamente, ¿a qué acudieron los miles de espectadores al Estadio Azteca este mayo 11, 14 y 15? ¿A qué acudirán después cuando oigan que se trata de U2? Opción 1: a un concierto de rock, opción 2: a un espectáculo de luz y sonido, opción 3: a perder todo sentido de la proporción. Esto ya no se trata de música, se trata de impactar visualmente, darle un golpe vibratorio al cuerpo (irrumpir en los latidos)... saturar los sentidos.

Qué forma tan rápida de desensibilizarse, quizá para algunos la mejor forma de no estar por tres horas en este mundo.

Por lo demás, que difícil ha de ser para el grupo irlandés darse cuenta que ya no son capaces de producir canciones con la calidad y el impacto de sus Rattle & Hum, Achtung Baby y alguna que otra del Zooropa. Adivinen cuál fue la columna vertebral de su repertorio.

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