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Mi mamá y yo, tiempos difíciles


Vengo a escribir sin respuestas. Quisiera tenerlas. No diría que ha llegado la época de lidiar con la vejez de mi madre, porque esto ya tiene tiempo, sino que ha llegado la ocasión de hacer algo para que sus palabras no me afecten. 

La situación, de por sí complicada, para mi carácter representa un reto enorme. Siempre he buscado el cariño de mi mamá y ella siempre ha sido distante conmigo, físicamente y de palabra. Aunque sé que me quiere, me he sentido con falta de cobijo materno toda mi vida. Y ahora mi mamá ya no tiene buena memoria y para mantener su… llamémosle "integridad mental" o su "idea estable de sí" ha decantado en deducciones erróneas, vaya, que para ella no es que sea su memoria la que le falla sino que tiene una hija que la quiere volver loca. De ahí, ha pasado a no querer hablar conmigo, a reusarse a que le lleve cosas que necesite o que la atienda respecto de su corte de cabello, la lleve por sus talones de pago y similares. Siempre estuve agradecida por su salud física, de su independencia, de que no tomara medicinas para nada. Y entonces llegó la pandemia, el encierro y, para mi mamá, la falta de sentido de la vida a la que ya estaba cursando desde el fallecimiento de mi papá.

Mi mamá vive lejos de donde yo vivo. A unos 60 km en una ciudad repleta de tráfico. No puedo ir a echarle un ojito a cada rato. Por el momento me sereno cuando veo que accede al Telegram o al WhatsApp, aunque no me escriba nada. Le llamo todos los días para que me diga buenos días y me cuelgue de inmediato. Se que es cuestión de su vejez y el encierro al que nos llevó la pandemia, pero aún así me cuesta mucho trabajo oír su voz seca, su distanciamiento y su necesidad de defenderse de mí. Ha llegado el momento de desapegarme emocionalmente de ella, si es que eso es posible, y de tratar de poner buenas condiciones, para ella y para mí, de modo que podamos transitar hacia su partida lo más amablemente posible.

Mi mamá lleva diez años diciendo que ya se quiere morir, todas la noches reza para ya no despertar. Empezó a hacerlo al tiempo de que murió mi papá dada su idea de que los esposos mueren seguido el uno del otro. En mi familia ese no ha sido el caso. Mi abuelo paterno murió a los pocos meses de que nací, su esposa, mi abuelita, murió 15 años después. Mi abuelita materna murió cuando yo tenía 20 años, su esposo, mi abuelito, murió 6 o 7 años después. He visto el deterioro de mis tres abuelos y me queda claro que la vejez no es un camino fácil, por eso he tenido tanto miedo cuando empecé a ver en mi cuerpo los cambios inconfundibles. Entiendo el infierno por el que está pasando mi mamá y por qué quiere que acabe.

Desde mediados del 2020 se puso a "hacer sus maletas" para instalarse, mentalmente, en la antesala de la muerte. ya tiene sus asuntos en orden pero la muerte no llega. Si la miraran, físicamente luce 10 años más joven de lo que en realidad es. Pero su mente le está fallando y le está jugando malas pasadas. Ella no puede culparse a sí misma, no puede aceptar que su mente le falla, se rehusa como gato boca arriba y en su lucha lanza arañazos. Por más que entienda al gato, no me quita el dolor del rasguño.

En esta sociedad en la que vivo en la que no hay asistencia pública y de calidad para los adultos mayores o la discapacidad (física y toda vía menos para la mental), en esta sociedad que ve muy mal estar a favor de la muerte asistida, en la que rogar por la muerte de una madre parece el peor de los pecados porque te convierte en una hija ingrata —y ya veremos como te va a ti cuando seas una anciana—… se me parte el alma.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Querida Flor...
Hace tiempo no te escribo, si te leo de vez en cuando y me agrada mucho leerte. Te muestras transparente, y eso siempre se agradece.

Creo que en el contexto " mamá " la situación no es sencilla para quienes la tenemos cerca, no solo en distancia.

Hay temas que ni toco con la mía, y esta bien,he aceptado eso...pero a ella le cuesta aceptar lo mío.
Es un mundo distinto con cada mamá, eso también lo comprendo.
Y si, me ha costado soltar esa parte.
Asumir que cada quien ha tomado sus decisiones y debe responsabilizarse de ellas.
He dado mucho tiempo al cuidado de la mía y eso repercutió en el tiempo y atenciones otorgados por el resto de hermanos.
Como si en algún punto yo hubiera firmado un documento con la totalidad de derechos de cuidados y atención.

Y tengo un par de meses que no he estado ahí como siempre, y ya me señalan.

Imagino por lo que actualmente pasas, y si...te comprendo.
Aceptar que nuestros progenitores ya no son esas columnas independientes es un proceso, es un cambio fuerte; pero no imposible.
Y el amor interviene de un modo sobrenatural.

Mi padre murió hace 11 años.
En el 2009 hubo necesidad de amputarle la pierna derecha arriba de la rodilla y al año siguiente lo mismo con la otra pierna.

Teníamos el hábito de llevarlos a desayunar o de paseo los domingos.
En su segunda amputación conocí ese dolor tan grande de aceptar su vulnerabilidad; mi esposo lo cargo para meterlo al auto.
Estaba embarazada de Einar, y al ver esa escena...me quebré. Me senté en la escalera donde la pared me cubría y lloré.

Y ese día acepté su vulnerabilidad...su cambio de raíz...y que yo no era responsable de esa nueva vida; y que haría lo posible por auxiliarle.
Mi padre retomó la pintura...
Y sus pinturas eran totalmente distintas.
Yo tengo una que expresa claramente lo que tenía dentro.
Y decidí, por amor...hacerlo sentir lo más confortado.


Y tengo que dejarte aquí...muy a mi pesar, mi suegra se puso mal.
Después seguimos...
Cuídate mucho...
Te quiero amiga...
🙂💙

Flor Coss ha dicho que…
He leído varias veces tu comentario porque me ha ayudado mucho a comprender que las decisiones de los demás no son mis responsabilidad, y por ende a no asumir que el cuidado de las necesidades de mi mamá me corresponden por entero.

Hay mucho que compartir al respecto. espero poder verte para platicar un día de estos.

Que te encuentres muy bien.

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