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De camino a la menopausia

Habemos algunos seres humanos que transitamos por una gran transformación llamada menopausia. Este camino no es igual para quienes que estamos destinados a vivirlo, hay personas que lo viven muy tranquilo, sin mayor contratiempo que algún síntoma estándar como el calor, los dolores de cabeza o los cambios de humor; pero habemos quienes lo padecemos con variedad de síntomas, intensidades y por mucho tiempo —a mí esto ya me parece una eternidad.

Quería esperarme a concluir la transición para escribir sobre esto, pero ésta se está prolongando y no tiene para cuándo. Algún médico me dijo, textualmente: "No hay prueba de laboratorio que nos diga cuándo va a suceder. No sabemos 3, 6, 18 meses… Estas menstruando, sigues produciendo hormonas, el climaterio tiene síntomas llevaderos". Bueno, es como si te dijeran que la menstruación tiene síntomas llevaderos. Que vaya, que habrá quien lo viva llevadero pero habemos quienes nos dan cólicos que no son llevaderos, que más bien hemos aprendido, a fuerza de repeticiones, a vivir con ello. Así que ahora quiero decirles que aunque millones lo hayan ya pasado y aunque seamos millones con la experiencia de la menopausia  transitándola "en vivo y a todo color" no significa que sea llevadero, es que no nos queda de otra que seguir.

La experiencia es muy rica y variada. Muchos piensan que el climaterio comienza cuando empiezan a cambiar los niveles hormonales pero en mi caso lo comencé a experimentar mucho antes. Mi cuerpo comenzó a modificarse por dentro. Me acuerdo que decía que se me estaba moviendo todo adentro, que tenía la sensación de que me estaba descomponiendo. Lo primero que se afectó en mí fue el estómago, habían días que tomar agua de limón, o algún refresco me ponía muy mal. Mi estómago ya no tolera cualquier cosa y no es que tenga algo malo porque prueba de laboratorio dicen que estoy bien. Luego empecé a experimentar estrés sin contenido mental, es decir, sin que hubiera algo que mentalmente me produjera estrés, mi cuerpo era el que sentía estrés, se contraía de manera inconsciente: Luego llegaron la tristeza y la ansiedad. No saber que me pasaba, no poder hacer nada por mí, sentir desesperanza y desesperación de la nada, me llevaron a que todo se agudizara. En ese momento yo iba con una psicóloga y me mandó al endocrinólogo porque no había motivo psicológico para sentirme tan mal. La endocrinóloga no encontró nada y sólo me espantó diciéndome todas las enfermedades que me podían dar para que siguiera consultándola, me dijo que lo que experimentaba estaba en mi cabeza, así que acabé con el psiquiatra que empezó a controlar la ansiedad y la depresión con medicamento pero todo mi cuerpo seguía igualmente transformándose de alguna manera invisible e indetectable para los médicos pero perfectamente sentida por mí. Me sentí sola muchas veces.

En una ocasión estaba en una pollería esperando mi turno mientras oía una plática sobre una mujer en los treintas que se había puesto muy muy mal y que luego de mucho tiempo se enteró que era que estaba en el climaterio. Ahí comencé a considerar una respuesta distinta a lo que me pasaba, distinta porque yo creía que estaba volviéndome loca o que me estaba muriendo de verdad, que ya no llegaría a mi siguiente cumpleaños y a veces pensaba que no pasaría la noche.

Le pregunté a mi mamá sobre la menopausia y ella me dijo que una vez tuvo una hemorragia y luego se le quitó y punto final. Como ella no recuerda haber experimentado nada más, consideraba que todo lo que le decía que sentía eran puros mitotes míos. Ninguna amiga mía ha vivido algo como lo que estoy pasando. Sentirme sola era lo más lógico para mí y lo más incomprensible para los demás.

Los síntomas son muchos, muchos más de lo que está publicado. Sofocos es lo que menos padezco. Dolores de cabeza, sí, no se quitan con aspirina, tengo que estar quieta sin mover la cabeza ni apoyarla en una superficie. También me ha dolido el cuero cabelludo, como si me hubiera hecho una cola de caballo muy apretada. Me ha dolido un talón como si me lo hubiera lastimado, a veces me arde la boca como si hubiera comido chile y otras como si me hubiera quemado. A veces siento que me va a dar gripa, me arde la garganta y el cuerpo lo siento cortado, esto me dura un día solamente. Se me ha secado la nariz como si viviera en el desierto. Me he sentido como si hubiera trasnochado, los ojos me duelen, se me secan; la piel también se me ha secado y se me cae el cabello. Cuando tuve palpitaciones pensé que no viviría mucho más.

Hace poco me hice un check up con electrocardiograma integrado, todo salió muy bien, en la norma. Me tranquilicé, pero igual sigo sintiendo cosas. La intensidad de lo que siento ha disminuido aunque a veces me dan oleadas que me aterrorizan y me recuerdan los ataques de pánico que viví. Cada día me animo diciéndome que ya pasará, que muchas mujeres han pasado por lo que yo.

Con todo esto también han llegado las canas, la piel flácida, la disminución de mi fortaleza. Aceptarme como una mujer que está envejeciendo me ha costado mucho trabajo. Nunca imaginé que me sentiría así, pero no puedo negar que ahora me he planteado la pregunta de qué es ser mujer a esta edad (tengo 51). Desde luego que no puedo sostener la idea de que ser mujer tiene que ver con tu capacidad de ser madre. Yo no soy madre y nuca quise serlo, no pienso que la creatividad en general, como lo plantean algunas mujeres, tenga que ver con el útero. Y aunque no quiero ser madre y no quise ser madre, el climaterio llega diciéndome que ya nunca más lo seré y que ya no es mi decisión. Me molesta, no sé porqué. ¿Qué espacio hay en este mundo para las mujeres maduras que no ejercemos la maternidad? Parece una pregunta tonta pero es que parece que hay de dos sopas: o madre o profesionista. Tampoco me siento en el pico de mi desarrollo profesional, más bien apenas en el comienzo si es que es posible comenzar a esta edad en esta sociedad. Me siento muy incómoda.

El camino a la menopausia me ha impactado física, mental, emocional y espiritualmente. He confrontado la muerte y mis creencias. He finalmente aceptado mis gustos por lo esotérico y el misticismo contra los que luché por años por me daba vergüenza. En los momentos más difíciles de mi vida esa particularidad mía es la que me ha ayudado cuando mi razón me ha conducido al sinsentido. Me he cuestionado por mi utilidad en este mundo, como si la cualidad de ser útil fuera lo único válido para tener "derecho de piso". Ahora me he dado cuenta que el imperativo de la belleza en la mujer también es una forma de someterla. Y la belleza en la mujer se ha asociado a las formas de la juventud.

El camino hacia la menopausia puede ser de años. Luego de que llega la menopausia (oficialmente luego de 12 meses de no menstruar) tardas un rato en que los síntomas vayan desapareciendo y comiences a habituarte a otro modo de ser de tu cuerpo. Este camino casi siempre se recorre a solas porque no es un tema que se trate entre las mujeres, no hay grupos de soporte ni mucha investigación médica al respecto. El cambio transforma el balance de tu sistema físico, te impacta finalmente en tu experiencia del mundo porque al mundo lo experimentas con el cuerpo. Esto no es algo que se te quite con unos días de cama o con terapia psicológica. Las mujeres nos hemos ido quedando solas porque no nos han enseñado a hacer comunidad, más bien nos han enseñado a competir, a disimular, a aparentar y, últimamente, a ser productivas y luchar contra la desigualdad cuando entre nosotras nos nos vemos como iguales.

El camino a la menopausia me ha tomado por sorpresa, la sorpresa de más larga duración que he tenida en mi vida. No sé cómo vaya a acabar todo esto, no sé si vuelvan los días de paz a mi cuerpo, a mi mente y a mis emociones. No sé si esto pase o si me acostumbre. Yo me deseo el mejor parabién. Me deseo futuro y me deseo un buen espacio en el mundo en el que pueda disfrutar y sonreír. Entre tanto, sigo caminando y transformándome. Esta no es la transformación de una joven oruga en mariposa, es la transformación una mariposa en… ¿en qué?

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