El sentido de ser
Los días pasan, se van, como dice mi mamá, cual hilo de media.
Y uno está parado en el hoy mirando hacia atrás construyendo mentalmente un cúmulo de días de calendario que de alguna manera deberían haber hecho de hoy algo sobresaliente, y no. ¿No?
¿Cómo medimos la valía de los días pasados?
Hacemos una suerte de balance mal llevado. Medimos nuestro hoy respecto de nuestras expectativas: "es que ya hubiera acabado la tesis", "es que ya hubiera escrito un libro", "es que ya debiera tener un futuro asegurado" (como si eso fuera una meta razonable), "es que sigo siendo la misma" (ni modo que pierda mi identidad), "es que todavía no me siento realizada" (¿es que soy de mentiras?), "es que todavía no sé a qué vine a este mundo" (síndrome del mesías)… Y me puedo quedar en el "es que" por toda la eternidad siempre planteándome en falta con respecto al futuro y convirtiendo esa falta en un látigo para azotar el pasado "inútil".
Los días pasan, veo que cada día que escribo en mi diario voy aumentando el número de día y disminuyendo mi tiempo. Cambiar de día una y otra vez parece que me resta vida, es como irme quedando sin nada.
No soy nada de lo que "debería" ser y me estoy quedando si nada. Nada por delante y nada por detrás. La mecha se va quemando por los dos extremos. En este punto cabría preguntar si hay mecha.
El problema de pensar desde el tiempo lineal, desde la perspectiva del progreso y darle valor a la acumulación al punto de creer que nuestro "yo" debiera ser el resultado de la acumulación.
No acumulamos nada. No somos una base de datos. No somos un tambo que se va llenando de experiencias. Tenemos un severo problema con plantearlo todo como cosa sustancial que surca el tiempo. La cosa no se monta en el tiempo y va navegando en él mientras le cambia el paisaje.
¿Qué tipo de vida es aquella que es digna de ser vivida? ¿Qué clase de pregunta es ésta? ¿Quién esperamos que la conteste?
En términos de disfrute ayer fue un día genial. En términos de preparación para un futuro exitoso, ayer no sirvió de nada. Parece que "ayer" se ha convertido en todo lo que no he hecho y "mañana" se ha convertido en todo lo que no podré hacer gracias al "ayer". ¿Y hoy, qué es "hoy"? ¿Es "hoy" una suerte de balance continuo, un puro sumar y restar? ¿Es "hoy" un juez severo que apunta para atrás y para adelante con el ceño fruncido? ¿Cómo se "aprovecha" el día de hoy? ¿Es "hoy" el angustioso "no llego a lo que debería de ser y la vida se me acaba"? ¿Qué es la "vida"? Claramente aquí la "vida" no parece ser una cuestión biológica sino más bien existencial.
La vida se acaba. Todos sabemos que la vida se acaba. Pensar que la vida se acaba es considerar que tenemos una suerte de suministro limitado de "batería", "gasolina", "energía", "tiempo". La cuestión es que no sabemos la capacidad del tanque que almacena tal suministro. Y aquí se cuela la creencia en el destino, lo que nos está destinado, lo que nos ha tocado. "Nos". Cosa. ¿Es "nos" una cosa? ¿Soy una cosa a la que se le confiere la gracia o la desgracia? ¿Soy de verdad el arquitecto de mi destino? ¿En qué medida nuestras acciones nos confeccionan? Pongamos el ejemplo simple de que "Soy lo que como". Si como lo que come ella, ¿seré ella? No. ¿Seré cómo ella? Sólo en la medida que como lo que come ella, en la medida de la acción, pero no en la medida de lo que soy. Repetir la acción del otro no me hace ser el otro, en ese sentido no soy la acción. Y, sin embargo, la manera en que yo hago las cosas está íntimamente ligada a quien soy yo. Yo hago las cosas como yo. Todo mi hacer responde a mi yo. ¿Qué/quién soy yo?
Responder al qué soy yo o quién soy yo ha sido el quehacer de muchos pensadores desde muchas tradiciones desde el inicio de los tiempos (o sea desde que llevamos la cuenta o como diría mi abuelito: desde que tenemos uso de memoria… el hombre es hombre desde que tiene uso de memoria). Recordar, contar, narrar, reunir, distinguir: logos. "En el inicio de los tiempos el logos". ¿Qué es el "inicio de los tiempos"? En griego escribían arché y pensaban en el origen de todo, no como un comienzo allá muy al inicio de todo, sino como el origen ahora mismo de todo. El comienzo es el comienzo del tiempo, el tiempo comienza constantemente, emerge. El emerger es la acción misma que llamamos ser. Entonces, ¿qué somos? Somos sabiendo que la vida se acaba, somos entre el ayer y el mañana y somos ayer y somos mañana. No surcamos el tiempo, somos tiempo. No somos un llegar a ser, no somos un devenir, no somos un progreso. Por que somos es que podemos contar lo que somos. El tiempo no se nos va y no se nos acaba. El tiempo no es una cosa ni un atributo ni un regalo dado por nadie ni tampoco algo que manejemos a nuestra voluntad.
Tiempo y ser son condiciones de posibilidad del yo. El yo es condición del posibilidad de la cuenta del tiempo de calendario y en este sentido es que el tiempo es relativo. Entonces, ¿qué es eso de dar valor al los días pasados? El valor es algo que otorga el yo para darse sentido a sí mismo. El sentido del yo es el quién. El sentido es posibilitado por el recordar, contar, narrar, reunir, distinguir. El quién es una unidad temporal de recuerdos seleccionados y resignificados en torno a un foco que se sostiene a sí mismo. El yo es un marco de referencia autofundado que posibilita una narración coherente en torno a sí misma. El yo es un volver continuamente a lo mismo, un asegurarse. El yo es el fundamento de la razón que permite tender las relaciones con el mundo o contexto en el cual se conoce el yo a sí mismo. El conocimiento del yo está condicionado por sí mismo. El yo nunca puede liberarse de sí mismo, es un eterno retorno a sí aunque cada instante como el emerger mismo le abra la puerta de su liberación.
Mirar los días que han sido y juzgarlos por lo que no han sido a razón de lo que mis creencias dicen que debieran ser, es habitar mi vida de la manera más miserable posible. Lo miserable no es no lograr mis metas sino juzgarme por no lograrlas. Lo miserable es no vivir lo que estoy siendo y en base a ello darle sentido a mi vida, es decir, lo miserable es darle sentido a mi vida por lo que pienso que debería darle sentido a ella y vivir en la expectativa como si mi ser fuera producto de mi voluntad, de mi yo. Miserable es vivir al revés.
Y uno está parado en el hoy mirando hacia atrás construyendo mentalmente un cúmulo de días de calendario que de alguna manera deberían haber hecho de hoy algo sobresaliente, y no. ¿No?
¿Cómo medimos la valía de los días pasados?
Hacemos una suerte de balance mal llevado. Medimos nuestro hoy respecto de nuestras expectativas: "es que ya hubiera acabado la tesis", "es que ya hubiera escrito un libro", "es que ya debiera tener un futuro asegurado" (como si eso fuera una meta razonable), "es que sigo siendo la misma" (ni modo que pierda mi identidad), "es que todavía no me siento realizada" (¿es que soy de mentiras?), "es que todavía no sé a qué vine a este mundo" (síndrome del mesías)… Y me puedo quedar en el "es que" por toda la eternidad siempre planteándome en falta con respecto al futuro y convirtiendo esa falta en un látigo para azotar el pasado "inútil".
Los días pasan, veo que cada día que escribo en mi diario voy aumentando el número de día y disminuyendo mi tiempo. Cambiar de día una y otra vez parece que me resta vida, es como irme quedando sin nada.
No soy nada de lo que "debería" ser y me estoy quedando si nada. Nada por delante y nada por detrás. La mecha se va quemando por los dos extremos. En este punto cabría preguntar si hay mecha.
El problema de pensar desde el tiempo lineal, desde la perspectiva del progreso y darle valor a la acumulación al punto de creer que nuestro "yo" debiera ser el resultado de la acumulación.
No acumulamos nada. No somos una base de datos. No somos un tambo que se va llenando de experiencias. Tenemos un severo problema con plantearlo todo como cosa sustancial que surca el tiempo. La cosa no se monta en el tiempo y va navegando en él mientras le cambia el paisaje.
¿Qué tipo de vida es aquella que es digna de ser vivida? ¿Qué clase de pregunta es ésta? ¿Quién esperamos que la conteste?
En términos de disfrute ayer fue un día genial. En términos de preparación para un futuro exitoso, ayer no sirvió de nada. Parece que "ayer" se ha convertido en todo lo que no he hecho y "mañana" se ha convertido en todo lo que no podré hacer gracias al "ayer". ¿Y hoy, qué es "hoy"? ¿Es "hoy" una suerte de balance continuo, un puro sumar y restar? ¿Es "hoy" un juez severo que apunta para atrás y para adelante con el ceño fruncido? ¿Cómo se "aprovecha" el día de hoy? ¿Es "hoy" el angustioso "no llego a lo que debería de ser y la vida se me acaba"? ¿Qué es la "vida"? Claramente aquí la "vida" no parece ser una cuestión biológica sino más bien existencial.
La vida se acaba. Todos sabemos que la vida se acaba. Pensar que la vida se acaba es considerar que tenemos una suerte de suministro limitado de "batería", "gasolina", "energía", "tiempo". La cuestión es que no sabemos la capacidad del tanque que almacena tal suministro. Y aquí se cuela la creencia en el destino, lo que nos está destinado, lo que nos ha tocado. "Nos". Cosa. ¿Es "nos" una cosa? ¿Soy una cosa a la que se le confiere la gracia o la desgracia? ¿Soy de verdad el arquitecto de mi destino? ¿En qué medida nuestras acciones nos confeccionan? Pongamos el ejemplo simple de que "Soy lo que como". Si como lo que come ella, ¿seré ella? No. ¿Seré cómo ella? Sólo en la medida que como lo que come ella, en la medida de la acción, pero no en la medida de lo que soy. Repetir la acción del otro no me hace ser el otro, en ese sentido no soy la acción. Y, sin embargo, la manera en que yo hago las cosas está íntimamente ligada a quien soy yo. Yo hago las cosas como yo. Todo mi hacer responde a mi yo. ¿Qué/quién soy yo?
Responder al qué soy yo o quién soy yo ha sido el quehacer de muchos pensadores desde muchas tradiciones desde el inicio de los tiempos (o sea desde que llevamos la cuenta o como diría mi abuelito: desde que tenemos uso de memoria… el hombre es hombre desde que tiene uso de memoria). Recordar, contar, narrar, reunir, distinguir: logos. "En el inicio de los tiempos el logos". ¿Qué es el "inicio de los tiempos"? En griego escribían arché y pensaban en el origen de todo, no como un comienzo allá muy al inicio de todo, sino como el origen ahora mismo de todo. El comienzo es el comienzo del tiempo, el tiempo comienza constantemente, emerge. El emerger es la acción misma que llamamos ser. Entonces, ¿qué somos? Somos sabiendo que la vida se acaba, somos entre el ayer y el mañana y somos ayer y somos mañana. No surcamos el tiempo, somos tiempo. No somos un llegar a ser, no somos un devenir, no somos un progreso. Por que somos es que podemos contar lo que somos. El tiempo no se nos va y no se nos acaba. El tiempo no es una cosa ni un atributo ni un regalo dado por nadie ni tampoco algo que manejemos a nuestra voluntad.
Tiempo y ser son condiciones de posibilidad del yo. El yo es condición del posibilidad de la cuenta del tiempo de calendario y en este sentido es que el tiempo es relativo. Entonces, ¿qué es eso de dar valor al los días pasados? El valor es algo que otorga el yo para darse sentido a sí mismo. El sentido del yo es el quién. El sentido es posibilitado por el recordar, contar, narrar, reunir, distinguir. El quién es una unidad temporal de recuerdos seleccionados y resignificados en torno a un foco que se sostiene a sí mismo. El yo es un marco de referencia autofundado que posibilita una narración coherente en torno a sí misma. El yo es un volver continuamente a lo mismo, un asegurarse. El yo es el fundamento de la razón que permite tender las relaciones con el mundo o contexto en el cual se conoce el yo a sí mismo. El conocimiento del yo está condicionado por sí mismo. El yo nunca puede liberarse de sí mismo, es un eterno retorno a sí aunque cada instante como el emerger mismo le abra la puerta de su liberación.
Mirar los días que han sido y juzgarlos por lo que no han sido a razón de lo que mis creencias dicen que debieran ser, es habitar mi vida de la manera más miserable posible. Lo miserable no es no lograr mis metas sino juzgarme por no lograrlas. Lo miserable es no vivir lo que estoy siendo y en base a ello darle sentido a mi vida, es decir, lo miserable es darle sentido a mi vida por lo que pienso que debería darle sentido a ella y vivir en la expectativa como si mi ser fuera producto de mi voluntad, de mi yo. Miserable es vivir al revés.
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