El mensaje de las lagartijas
Ya no volveré a ver a las lagartijas igual.
Cuando antes eran unos animalillos repugnantes ahora al verlos me siento feliz. Las lagartijas no han cambiado, siguen siendo las mismas y además lo que piense yo de ellas les puede importar muy poco. He cambiado yo.
Hay momentos pivote de la vida en los que haces un giro y son tan intensos que te fijas en ciertas cosas a las que luego les dotas del significado que el giro trajo para ti. Yo me fijé en las lagartijas. Pero no fue un encuentro casual, fue un encuentro pedido, quería una señal.
Estaba, metafóricamente hablando, en un hoyo negro del que no veía luz alguna. Estaba en una combinación de depresión y ansiedad que hacía de un día normal (en el que a la vista de los otros no pasa nada) el más grande de los infiernos. La sensación no fue de un día, mi encuentro con las lagartijas tampoco. Yo estaba en misión "rescatarme a como diera lugar", y ahora que lo pienso es muy bonito, porque aunque mi mente me decía que no había salida posible del hoyo negro, algo más profundo en mí estaba haciendo todo lo posible para traerme de vuelta. Entonces mi mente pidió una señal (mi yo profundo en realidad no la necesitaba) de que lo iba a lograr, y quería una señal que no me dejara lugar a dudas.
Entonces apareció una pequeña lagartija en el baño de mi casa. Y, contrario a lo que hubiera hecho en otro momento, tomé un calcetín para agarrar a la lagartija y sacarla gentilmente de mi casa (sin mayor aspaviento). Pasaron los días. Luego otra lagartija (esta era más oscura) apareció en mi recámara, así que la tomé con un trozo de tela y la saqué de mi casa. Pasaron los días. Ahora otra lagartija aparece en la sala, misma operación. Lo extraño es que las lagartijas nunca corrieron, yo nunca las quise matar y no me dieron repulsión. Tres lagartijas en un mes. Pero yo no tenía idea de que eran un mensaje, hasta que sin querer ni planearlo compré un libro (unos días más adelante) en el que contaba que un hombre estaba desesperado por la angustia y la depresión, cuando el día que quiso suicidarse a sus pies apareció una lagartija que le hizo querer ser una lagartija: resistente, presente, capaz de regenerarse. Estaba en un café leyendo esto y me solté a llorar sin que me importara nada.
Llegó el mensaje.
Las cosas a veces se toman su tiempo, pero somos capaces de regenerarnos, de restablecernos. Sólo necesitamos recordar nuestra verdadera naturaleza, nuestro yo profundo siempre presente y siempre amable.
Cuando antes eran unos animalillos repugnantes ahora al verlos me siento feliz. Las lagartijas no han cambiado, siguen siendo las mismas y además lo que piense yo de ellas les puede importar muy poco. He cambiado yo.
Hay momentos pivote de la vida en los que haces un giro y son tan intensos que te fijas en ciertas cosas a las que luego les dotas del significado que el giro trajo para ti. Yo me fijé en las lagartijas. Pero no fue un encuentro casual, fue un encuentro pedido, quería una señal.
Estaba, metafóricamente hablando, en un hoyo negro del que no veía luz alguna. Estaba en una combinación de depresión y ansiedad que hacía de un día normal (en el que a la vista de los otros no pasa nada) el más grande de los infiernos. La sensación no fue de un día, mi encuentro con las lagartijas tampoco. Yo estaba en misión "rescatarme a como diera lugar", y ahora que lo pienso es muy bonito, porque aunque mi mente me decía que no había salida posible del hoyo negro, algo más profundo en mí estaba haciendo todo lo posible para traerme de vuelta. Entonces mi mente pidió una señal (mi yo profundo en realidad no la necesitaba) de que lo iba a lograr, y quería una señal que no me dejara lugar a dudas.
Entonces apareció una pequeña lagartija en el baño de mi casa. Y, contrario a lo que hubiera hecho en otro momento, tomé un calcetín para agarrar a la lagartija y sacarla gentilmente de mi casa (sin mayor aspaviento). Pasaron los días. Luego otra lagartija (esta era más oscura) apareció en mi recámara, así que la tomé con un trozo de tela y la saqué de mi casa. Pasaron los días. Ahora otra lagartija aparece en la sala, misma operación. Lo extraño es que las lagartijas nunca corrieron, yo nunca las quise matar y no me dieron repulsión. Tres lagartijas en un mes. Pero yo no tenía idea de que eran un mensaje, hasta que sin querer ni planearlo compré un libro (unos días más adelante) en el que contaba que un hombre estaba desesperado por la angustia y la depresión, cuando el día que quiso suicidarse a sus pies apareció una lagartija que le hizo querer ser una lagartija: resistente, presente, capaz de regenerarse. Estaba en un café leyendo esto y me solté a llorar sin que me importara nada.
Llegó el mensaje.
Las cosas a veces se toman su tiempo, pero somos capaces de regenerarnos, de restablecernos. Sólo necesitamos recordar nuestra verdadera naturaleza, nuestro yo profundo siempre presente y siempre amable.
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