¿Has pensado sobre tu mortalidad?
Estamos estrenando año y yo sigo rondado los temas de la mortalidad, la espiritualidad y la consciencia. De ninguno me he hecho ya alguna idea, más bien fluctúo entre varias, estoy en modo wandering y sé que aunque no llegue a una respuesta definitiva para mí, a una respuesta que me satisfaga del todo, tengo pronto que lanzar algunas anclas para no quedarme en la deriva.
Por la web me encontré una reflexión de Bill Nye sobre la mortalidad. Es un breve video de menos de siete minutos. Dice que en promedio una persona vive 80 años (digamos que es el mejor de los casos, lo cual disminuye conforme al riesgo que corre una persona de acuerdo a su ocupación y la zona en la que vive), esos 80 años redondeando son 30 mil días. Así que como mucho y con mucha suerte tenemos 30 mil días en total. Si un día equivale a un asiento en un estadio, y si cada día cambiamos de asiento, no tendríamos la oportunidad de sentarnos en todos los asientos de un estadio. Visto así, esos 80 años que parecen mucho ya no lo son tanto. Lo que podemos hacer con 30 mil días está bastante limitado. Si tenemos una vida así de limitada, si muchos no llegan a los 16 mil días, la pregunta es si con esa conciencia decidiríamos tirar por la borda un "bonche" de días pensando o haciendo estupideces, pasándola tristes o enojados o angustiados o, lo peor, dormidos en la rutina de la supervivencia.
Lo triste de este mundo es que no hay oportunidades para todos, nos hemos encargado por años de que así sea, la mayor parte de la humanidad se dedica a sobrevivir y a hacer de los días de otros el paraíso que no tienen para ellos. Hemos comprado eso del sufrimiento para merecer, el arduo trabajo o el "de que se muera mi tía a que me muera yo, mejor que se muera mi tía" y el "quien no tranza no avanza" o "que se mueran los jodidos". Vivimos en un mundo que hemos empapado de violencia y esos 30 mil días están en constante amenaza, cada día es una rifa con la muerte ya sea por un accidente, un ataque al corazón o una embolia o lo más triste, nuestra vida se puede terminar por la mano de otro ser humano. La vida es nuestro más grande tesoro al que no podemos resguardar en ninguna caja de seguridad, todos los días la exponemos y deberíamos ser muy cuidadosos en no quitarle la vida a alguien más. Sólo quien ha pensado en su mortalidad y en lo precioso de la vida puede frenarse de tomar la vida de alguien más. La fórmula de que sobrevive el más fuerte pisando con su poder físico o económico a otros es una fórmula que sólo pueden pensar quienes son incapaces de reflexionar y de preguntarse sobre el sentido de la vida y su fragilidad.
Habiendo tantas amanazas naturales contra la vida de cada ser, lo más sensato sería trabajar por que no hubieran otras amenazas provenientes del ser humano mismo. Lo más sensato es respetar la vida del otro para que ese otro decida por sí mismo respecto a cómo y cuántos días, de los que potencialmente le quedan, quiere vivir. Este trabajo debe incluir la seguridad y la salud.
La vida es corta, muy corta y muy frágil. Meditando profundamente en esto, pienso que hay que hacer lo mejor que se puede de cada día, no en términos de logros productivos sino de logros de sensación de plenitud cuyo abanico se abre en distintos caminos para cada quien. Mi camino hacia la plenitud incluye, por ejemplo, el lograr confiar en mí o lo que es lo mismo, en no preocuparme. ¿Cuál es tu camino?
Por la web me encontré una reflexión de Bill Nye sobre la mortalidad. Es un breve video de menos de siete minutos. Dice que en promedio una persona vive 80 años (digamos que es el mejor de los casos, lo cual disminuye conforme al riesgo que corre una persona de acuerdo a su ocupación y la zona en la que vive), esos 80 años redondeando son 30 mil días. Así que como mucho y con mucha suerte tenemos 30 mil días en total. Si un día equivale a un asiento en un estadio, y si cada día cambiamos de asiento, no tendríamos la oportunidad de sentarnos en todos los asientos de un estadio. Visto así, esos 80 años que parecen mucho ya no lo son tanto. Lo que podemos hacer con 30 mil días está bastante limitado. Si tenemos una vida así de limitada, si muchos no llegan a los 16 mil días, la pregunta es si con esa conciencia decidiríamos tirar por la borda un "bonche" de días pensando o haciendo estupideces, pasándola tristes o enojados o angustiados o, lo peor, dormidos en la rutina de la supervivencia.
Lo triste de este mundo es que no hay oportunidades para todos, nos hemos encargado por años de que así sea, la mayor parte de la humanidad se dedica a sobrevivir y a hacer de los días de otros el paraíso que no tienen para ellos. Hemos comprado eso del sufrimiento para merecer, el arduo trabajo o el "de que se muera mi tía a que me muera yo, mejor que se muera mi tía" y el "quien no tranza no avanza" o "que se mueran los jodidos". Vivimos en un mundo que hemos empapado de violencia y esos 30 mil días están en constante amenaza, cada día es una rifa con la muerte ya sea por un accidente, un ataque al corazón o una embolia o lo más triste, nuestra vida se puede terminar por la mano de otro ser humano. La vida es nuestro más grande tesoro al que no podemos resguardar en ninguna caja de seguridad, todos los días la exponemos y deberíamos ser muy cuidadosos en no quitarle la vida a alguien más. Sólo quien ha pensado en su mortalidad y en lo precioso de la vida puede frenarse de tomar la vida de alguien más. La fórmula de que sobrevive el más fuerte pisando con su poder físico o económico a otros es una fórmula que sólo pueden pensar quienes son incapaces de reflexionar y de preguntarse sobre el sentido de la vida y su fragilidad.
Habiendo tantas amanazas naturales contra la vida de cada ser, lo más sensato sería trabajar por que no hubieran otras amenazas provenientes del ser humano mismo. Lo más sensato es respetar la vida del otro para que ese otro decida por sí mismo respecto a cómo y cuántos días, de los que potencialmente le quedan, quiere vivir. Este trabajo debe incluir la seguridad y la salud.
La vida es corta, muy corta y muy frágil. Meditando profundamente en esto, pienso que hay que hacer lo mejor que se puede de cada día, no en términos de logros productivos sino de logros de sensación de plenitud cuyo abanico se abre en distintos caminos para cada quien. Mi camino hacia la plenitud incluye, por ejemplo, el lograr confiar en mí o lo que es lo mismo, en no preocuparme. ¿Cuál es tu camino?
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