Strindberg@UNAM

Qué viaje, mi querido Strindberg.

De la Facultad de Ingeniería salí con el gusto por escribir acrecentado por mi profesor Cadabal. Algunos pizarrones entre clase de Ecuaciones Diferenciales y Mecánica me recibieron gustosos para que expresara mi impulso de manifestarme a través de la letras. Algunos compañeros copiaban en sus cuadernos lo que escribía como si fuera clase y por ahí, algún aventurado me ofreció una soga para que acabara con mi sufrimiento y entre espantado y maravillado me felicitó.

Mi profesor de Electrónica Analógica me dijo que terminaría por convertirme en lo mismo que todos los que salen y encuentran un trabajo: abandonaría mis gustos, olvidaría la mayor parte de lo que aprendí y me dedicaría a perseguir el supuesto éxito representado en una chamba bien pagada o con título en tarjeta para presumir. Le dije que eso no me pasaría, pero me pasó. Dejé de escribir.

Y un día termino en Suecia y lo único que se me despertaba en medio de la naturaleza y los rostros amables era el deseo de escribir y leer y volver a escribir. Separada por completo del mundo Windows me entregué como loca al mundo Apple y fui feliz. ¿A quién le importa gastar su tiempo configurando una PC y preocupándose por tanto virus maldito? En Suecia adquirí esta MacBook desde la que ahora mismo les escribo, está bien bonita con sus teclas para la "ö", la "ä" y la "å". En Suecia me encontré con Söderberg, me apasioné junto a Dagerman, admiré a Lagerlöf y visité a Strindberg. Cuánto regalo recibí...

Y volví con más libros y menos papers. Gané y perdí, pero de ninguna manera eso fue un empate. Pausa. El viaje ha sido largo.

Cuando volví a pisar la UNAM entré por la Faculta de Filosofía y Letras. El reencuentro con mi universidad por diferente perspectiva ha sido expansivo. Pero uno tiende a volver a la escena del crimen. Era inevitable para continuar. Así que entré a la Facultad de Ingeniería y recorrí los pasillos, sentí la imperiosa necesidad de ir a lo que llamaba "mi lugar favorito", una parte aislada a donde ni siquiera los ingenieros petroleros van. Llegué a mi lugar que como siempre estaba solo, la diferencia es que esta vez yo llevaba a Strindberg en la mano. Los pájaros cantaron. Uno cree que cambia cuando en realidad lo se hace es retomar lo que se ha dejado pendiente: los verdaderos motivos.

Así ha sido el viaje, de Ingeniería a Filosofía. Y apenas empiezo.

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