Ha vuelto conmigo

Hoy salió del hospital mi pluma querida. Andaba muy malita porque toda la tinta se le escurría, tenía fugas igual que yo. Estuvo lejos como tres semanas, veía su fundita negra en la mesa remarcando su ausencia. Me hizo mucha falta porque ya me había acostumbrado a su tamaño en mi mano, a su elegante brillo, a su feminidad.

—Qué afortunada es usted —me decía la recepcionista que me la entregaba —muchas mujeres han querido tener una así pero ya no las hacen.

Lo sé, soy afortunada. Miles de pliegos en blanco nos esperan.

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