Salí por el medio día a pasear yo sola por la ciudad. El calor a sus anchas me hacía abrir las ventanas del coche para que el aire entrara corriendo mientras me desplazaba al ritmo de Metallica. Iba yo dándole con mis dos dedos al volante en una graciosa imitación de baterista.
Pensé en cuál podría ser mi regalo (de mí para mí) y después de una parada en una tienda de libros y salir con tres tomos enormes y la película de Twilight me fuí contenta a comerme (¡qué diablos!) una gordita de requesón y otra de chicharrón prensado. Ya con esto andaba yo muy feliz calculando el número de horas de diversión que me daría el regalo que me compré.
Lo mejor estaba por pasar, al llegar a casa un arreglo de flores inesperado esperaba por mí: mis amigos El Actuario y La Matemática me mandaban rosas blancas desde su tierra muy lejana. Yo les mando un abrazo público-virtual. Me han tocado el corazón.
Pensé en cuál podría ser mi regalo (de mí para mí) y después de una parada en una tienda de libros y salir con tres tomos enormes y la película de Twilight me fuí contenta a comerme (¡qué diablos!) una gordita de requesón y otra de chicharrón prensado. Ya con esto andaba yo muy feliz calculando el número de horas de diversión que me daría el regalo que me compré.
Lo mejor estaba por pasar, al llegar a casa un arreglo de flores inesperado esperaba por mí: mis amigos El Actuario y La Matemática me mandaban rosas blancas desde su tierra muy lejana. Yo les mando un abrazo público-virtual. Me han tocado el corazón.
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