Huaraches con Costilla

Hoy me llevó mi amiga a una aventura sin igual. La aventura comenzó en el propio descubrimiento del cambio de paisaje que traen las nuevas vialidades. Siendo ella tan buena para las calles y la manejada me pareció bastante interesante verla dar vueltas y vueltas por la Jardín Balbuena en busca de la avenida del Taller (o algo así).

La meta de la travesía consistía en llegar al mercado de Jamaica, al lado del cual, según cuenta La Güera, se hayan los huaraches con costilla más buenos de México. Me supuse que cualquier mercado por el rumbo que estuviera grande sería el famoso mercado de Jamaica, así que cuando vi los puestos con tremendos sacos de chiles secos me alegré y volteé contenta a mirar a mi amiga para encontrarme sólo con una cara de preocupación. En menos de un segundo ya estábamos atoradas en un congestionamiento turístico en el mercado de La Merced. Quise sacar mi celular para fotografiar todo el ambiente fantástico que me rodeaba, pero el miedo de La Güera me detuvo prudente. "Pero si esto está padrísimo", le dije llena de emoción ahora viendo toda clase de vasos de licuadora. Bueno, hasta pudimos comprar unos trapitos de cielo raso sin bajarnos de coche.

Después de media hora me empecé a preocupar porque no veía para cuando saldríamos del lugar y yo ya quería hacer chis, "¿Y si te estacionas ahí tantito?", "Estás loca, y deja de moverte. Piensa en otra cosa", "Om Namah Shivaya, Om Namah Shivaya". Finalmente mi amiga descubrió una calle libre y dimos vuelta, la sonrisa se nos borró al segundo siguiente pues no había vueta para otro lado que no fuera al mismo lugar de donde acabábamos de salir. Le imploré que se parara en cualquier lugar que se viera que pudiera contar con un baño decente. "Pues si quieres en ese hotel", "¡Si!, espérame aquí y como dice la canción please don't go". Por experiencia sé que cuando traigo cara de urgencia no me niega nadie el baño y así sucedió, el encargado me prestó las llaves del baño y a media meada ya me estaba hablando La Güera por el celular para saber si todo estaba bajo control. Salí con cara de satisfacción y mi amiga me recibió con su "Estás loca", "Cuando hay que cubrir una necesidad básica, hay que cubrirla".

A los diez minutos ya habíamos encontrado el dichoso mercado que yo ya estaba dando por leyenda urbana. Con la cara de paisanas que traíamos nos pidieron que nos estacionaramos ahí lueguito, qué le hace que sean cinco metros de sentido contrario y salida de estacionamiento, "Si hoy nadie sale güerita, ahí está bien, aquí se lo cuidamos". Bajamos triunfantes y nos dirigimos al local que está al lado del tradicional Azteca que baña los huaraches en aceite. El lugar resultó ser todo un hit, tremendos huarachotes nos dieron, eso sí sin grasa y luego, por si fuera poco, un trío llegó a crear el ambiance. Emocionada aplaudí la primer canción (por cierto que los comensales tardaron en aplaudir también, para mí que ya lo ven tan común que no lo aprecian), me parecieron mejores que Los Panchos y luego luego les dí diez pesotes para que se animaran, pero se hicieron los desaparecidos y no volvieron a cantar.

Nosotras acabamos y justo antes de que cerraran el changarro (a las tres de la tarde) mi inteligente amiga pidió cuatro huaraches para llevar. ¿Quiubo?

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