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La vida sigue

Cambios. Continuación. Superpuestos. La vida (la de uno) parece acabar, lo desconocido se avecina, una nada por delante que no podemos nombrar nos congela el ánimo. Te dicen que hay primaveras y espera que la siguiente por venir sea también tuya. Escapar no es una posibilidad para mí. Habrá que crecer. Uno nunca acaba de crecer. ¿Futuro? Allá aparece con una interrogante y, por ser interrogante, en realidad no aparece. ¿Qué sigue? ¿Ir sacando un día tras otro o hacer como si sí hay futuro aunque se sienta el vértigo? Un día de una forma, otro día de otra. El cuerpo. El ánimo. La mente. El espíritu. El cambio los desestabiliza. Caos. Crisis. Primero me agarraré fuerte para no caer, luego veré que se puede aprender de ello… si hay futuro. Y entonces, el frío se va.  Regalos, donaciones que te hace la vida como para decirte que sigas, que no está tan mal. El no puedo, el miedo, se transforma en aceptación, en un sí puedo. Mi espalda se endereza, miro hacia el horizonte. Hay algo que puedo
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Traer a la mente una y otra vez

Estuve en el XII Encuentro Canarias-América cuyo programa giraba en torno al Exilio republicano español. De esos temas ni idea, nunca he sido afecta ni a la historia ni a la política. Pero ahí estaba, acompañando a mi amiga que formaba parte del comité organizador. En la conferencia magistral, "Un pasado en guerra y exilio. Eduardo de Ontañón, entre el compromiso, el olvido la tercera España y la Memoria Democrática", impartida por Dr. Ignacio Fernández de Mata, aunque no sabía ni quién era ese Eduardo O. (ni me importaba) puse atención porque, a decir verdad, el Dr. Fernández había escrito muy bien su ponencia y la leía de manera impecable, como lo haría un locutor de radio entrenado (esos de antaño). Ya desde la inauguración, me había llamado la atención que algunos españoles (de familia republicana) estaban tocados emocionalmente, contenían las lágrimas, su cara se enrojecía. Qué cosas, pensé, pero si ya hace un rato que pasó eso y además se ve que les ha ido bien en la vi

Ya casi

Estoy desayunando, la puerta de la cocina que da al patio está abierta, un aire frío entra hasta el fondo, donde estoy sentada con mi café en la mano, casi puedo respirar en esa oleada de aire frío al sol. Sí, el aire trae esencia de solecito invernal. Las hojas del olivo apuntan hacia arriba como pequeños bracitos alzándose victoriosos. No ha llegado el colibrí que suele pasearse por las ramas de la lima, la que sí ha llegado a visitarme es la marea de calor que nace dentro de mí y va subiendo hacia mi rostro encendiéndolo, mi piel se humedece como si estuviera tendida en una playa bajo el rayo del sol (¿serán los veranos acumulados a lo largo de mi vida?). La Navidad se acerca, dos meses es poco ya. Otra oportunidad. Los años inmediatos a mis espaldas sugieren que quizá este año tampoco lo logre, pero lo intentaré.  Décadas atrás, cuando el frío anticipaba la promesa de la comunión, los regalos, la comida, los programas especiales de tv, las vacaciones, el olor de la ropa nueva, no h

Desde dónde se vive

El novio del hijo de una amiga que es esposa de un viejo amigo (21 años atrás lo conocí) inauguró su consultorio dental. Los invitados, jóvenes desde 22 a 28 años, llenaron el pequeño lugar. Unos hablaban de empezar una vida en otro lugar, otros del trabajo que recién han conseguido; mi amiga de mil proyectos y mucho sufrimiento que deja salir de vez en vez cada ocasión que la veo; mi amigo, de los breves años —un par quizá— que le quedan para jubilarse. Yo escucho y reflexiono sobre todo ello sin sentirme miembro de ningún bando. Qué raro, pienso. Primero me parece que de alguna manera todos siempre estamos empezando algo, sólo que algunos lo hacen desde un base con pocas experiencias (y por ende poco miedo, digamos) y otros con una base repleta de ellas, de modo que el porvenir adquiere otro matiz. Pero de que siempre estamos comenzando algo, que ni duda.  La memoria tiene un papel fundamental en cómo se proyecta el futuro: abriendo vida, en unos casos; cerrándola, en otros. Pasado y

Mi vida está cambiando

Recién acabé de entregar un ensayo, estaba estudiando, tomando notas sobre el siguiente tema de mi diplomado de la historia del arte. Escuchaba de fondo a Joji mezclado con los cuetes dedicados a San Antonio de Padua (según tengo entendido). Todavía suenan. El ambiente huele a perfume de mujer, alguna vecina usó demasiado después de tomar un baño. En mi nariz aún queda el olor a lavanda, cúrcuma y romero que crecen en un costado de mi garage. Hace calor. Me ha venido una sensación: mi mundo está cambiando. El cambio es algo que siempre sucede. La impermanencia es la regla, dicen los budistas. Todo está en movimiento, en transformación, en regeneración. Sí, sí, pero muchas veces se siente el estancamiento, la estabilidad, la predictibilidad. Hoy no. Creo que ayer o anteayer o el viernes pasó como hoy: una percepción ligera, algo así como una intuición de que mi mundo está cambiando. Creo que está bien, no, es más, lo anhelo. Respiro un poco más del perfume que se extiende por mi estudio

Todo va a estar bien, o no: el absurdo de la existencia humana

Llevo varios meses leyendo de a poquito "Vivir la lucidez" de Albert Camus. Para beneplácito o agobio de los que me siguen el Facebook, he estado compartiendo algunas citas, muchas de las cuales tiene que ver con lo que me ocupa en ese momento. Coincidencia o no, así ha sucedido. Hoy, al despertar, me encontré con varias citas de Emil Cioran que, al igual que Camus, trabaja el absurdo. No había leído nada de Cioran antes porque tiende a ser muy depresivo. Pero estos tiempos mi ánimo ha decaído algo y las preguntas por el sentido de la vida han vuelto a emerger, así que no es de extrañar —al menos para mí— que se hayan conjuntado Camus, Cioran y una película de Win Wenders ( Every Thing Will Be Fine , 2015). De modo que aquí estoy con un algo entre la boca del estómago y el centro del pecho (¿tiene nombre ese lugar?), tratando de poner orden a esto y dejarles algo para su propia reflexión, si tienen el ánimo para seguir leyendo. Me preguntaba hace unos días sobre el sentido de

Wear sunscreen, una elección razonable

Tengo calor, tengo una ampolla en el dedo chiquito del pie derecho (es que parece que ya no puedo usar zapatos… nunca brillaré en sociedad). Pero eso poco importa frente a mi desesperación: me siento un caso perdido; es que no sé qué hacer conmigo. Sé que este estado de auto-conmiseración a nadie importa, a nadie entretiene. Ofrezco mis disculpas por venir a ventilar lo que debería estar platicando con algún buen amigo, frente a una copa de vino tinto. O a falta de un buen amigo, un terapeuta. Pero no llego a mi terapia del lunes, así que aquí estoy. Estoy pensando cómo hacer de esto que me pasa, algo útil para alguien. ¿Quién soy yo? ¿Cuáles son mis credenciales? He hecho esto, he recibido aquello, he estado allá, aquí están "mis papeles"… ¿qué me da derecho a hablar, a opinar? ¿Qué talento tengo? Ya sé, ya sé (y se lo diría yo misma a cualquiera con absoluta certeza) que todos tenemos un don, todos importamos, todos valemos, todos sin excepción. Ya sé que no podemos depende