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Ser mujer


 El año antepasado estaba en un taller para escribir auspiciado por el Gobierno de Morelos. Cada sesión nos daban un tema a escribir y sucedió que un día me lanzaron la pregunta: ¿Qué significa ser mujer a tu edad? Apenas y pude armar algo porque no sabía que contestar. Al principio supuse que en realidad nunca lo había pensado, que no encontraba ninguna diferencia entre ser mujer o ser hombre, vaya, que mejor me preguntaran qué significaba ser Flor, eso era más fácil. ¿Fácil? ¿Por qué me resultaba tan difícil escribir sobre qué significaba para mí ser mujer?

Esta pregunta no me ha abandonado desde entonces, 492 días después, aquí me tienen dispuesta a tratar de darme alguna respuesta que me libere del encargo —en suma interesantísimo—. Le debo mucho a los movimientos femeninos y de diversidad de género que tanto me chocaban (principalmente porque lo que había leído y escuchado tenía un discurso autosegregador).

Yo era muy pequeña cuando hurgaba entre los cajones de mi mamá para oler su perfume entre la ropa, para encontrar sus botellitas y labiales que apenas y usaba, para dejarme llevar entre las ensoñaciones que me producían sus bolsos de mano. Tenía uno —que nunca le vi usar— blanco lleno de perlas falsas que me fascinaba y me preocupaba porque las perlas parecían tan expuestas… ¡sería horrible que se cayera alguna!, acabaría con la magia de un golpe. Nunca me imaginé usar esos bolsos porque, ¿qué podía guardar yo allí y cómo podría andar por ahí si tenía que estarlos cuidando? No, no eran algo para mí pero soñaba con ellos.

En uno de esos días que me perdía en los cajones de mi mamá, encontré un estuchito como si fueran acuarelas, un set de labiales que yo supuse que eran sombras para los ojos. Lo abrí y me puse a colorearme la cara. Mi mamá me descubrió y lo único que se le ocurrió decirme con el poco tacto que tenía fue: "Quítate eso que pareces payasa". Esa simple oración cayó como loza del mil toneladas sobre mi ilusión que quedó enterrada para siempre —al menos eso todavía me parece— de maquillarme y expresarme como lo que me sentía. De algún modo esa frase se convirtió en ideas como: "Maquillarse es ridículo", "Me veo ridícula maquillada", "No seas superficial", "No pierdas el tiempo", "No eres mujer". ¿Qué? Vaya descubrimiento.

Hace unos días me puse a hacer un test en internet sobre el género. Hace tiempo que sigo en YouTube a una ilustradora, Frannerd, que recientemente, luego de estar en pareja y a nada de formar una familia sólo interrumpida por un aborto no deseado, se redescubrió a sí misma como lo que siempre había sido Queer-Lesbian. Yo quedé impresionada. También me pasó otra cosa viendo Game Of Trones, ahí estaba Arya Stark fascinada con usar la espada, teniendo que simular que era niño pero ratificando firmemente, pese a sus gustos y apariencia, que era mujer. Guau. 

Varias veces a lo largo de mi vida, conocidos del momento me han dicho cosas como que no soy femenina, que quizá soy gay, que parezco un gigantón, que no me arreglo, que parezco hombre. Cinco años en la Facultad de Ingeniería terminaron de hacer el trabajo conformando la no-idea que tengo de mí misma, algo así como un lost in translation. 

Soy mujer.

Después del test descubrí un nuevo término en mi vocabulario: soy cisgénero.

Mi estética, la expresión de mí misma, mis capacidades y habilidades varias, mis intereses diversos, mi inteligencia no me conducen ni a superproducirme ni a ir al baño en manada. No uso tacones porque me parecen, aunque bellos, un elemento de tortura. No uso falda porque por muchos años luché con vello en las piernas marca jugador-de-fútbol y ahora no sé cómo confinar falta y blusa y… prefiero los pantalones de mezclilla y la ropa holgada y los colores de tierra y el look desenfadado. Pero soy mujer y mi interior es extremadamente femenino. ¿Qué quiero decir con femenino? Necesito imperiosamente la belleza, la armonía, las flores y los unicornios galopando entre mariposas en prados idílicos. Necesito muchos colores y los necesito armonizando entre ellos; necesito que me procuren (aunque perfectamente puedo hacerlo todo yo sola), soy más bien pasiva-receptiva-introvertida-sensible. 

No estoy de acuerdo en que una mujer deba seguir ciertas normativas (de comportamiento y apariencia) para que se le considere mujer. Trepada en mi escalera, taladro en mano soy perfectamente mujer. Dialogando en una sala atiborrada de hombres, externando mi opinión, soy perfectamente mujer. De pantalones, sudadera, sin maquillaje, soy perfectamente mujer. Fascinada por la tecnología, soy perfectamente mujer. De cuerpo grande, de apariencia resistente, de expresión seria, soy perfectamente mujer. Viendo el fútbol americano, siguiendo Copas Mundiales, comiendo alitas y tirada en el sillón, soy perfectamente mujer.

Ser mujer no es emular una Barbie ni manipular a los hombres para que lo hagan todo por ti.

Nadie debería opinar sobre qué género les parece que eres, mucho menos para intentar disminuir tu persona.

Ser mujer competente, sensible y transparente ha sido algo muy difícil. Ha implicado ignorarme. Ha implicado para mí, estar continuamente en desventaja en terrenos laborales entre —en el medio de— hombres y mujeres de modos de ser estandarizados (bajo la normativa patriarcal). Me era imposible actuar como ella que espera que le muevan la computadora, que le acerquen la silla; o como ella que se le insinúa al jefe y se aprovecha de la necesidad de éste de afirmarse como macho. Y a la mayor parte de los hombres les parece que por esa razón soy menos mujer o menos valiosa o no interesante o cerrada de mente (¿qué?).

No no soy la mujer que llama para que le ayuden ni la que piensa que ser madre sea lo más. Detesto las voces agudas y nunca nunca he tenido la experiencia de la sororidad.

Ser mujer, de la manera en que lo soy yo, ha sido para mí sentirme sola. No ando diciéndole a cualquiera amiga, amiguis, friend si no estoy dispuesta a actuar como tal. La mayoría usa esos términos como quien dice "oye tú". Hace poco estaba con una amiga, que yo considero amiga —aunque me lo estoy cuestionando—, cuando su estilista le preguntaba por su relación conmigo, ella usó la palabra "amiguita" y me dejó bien claro que no me considera su amiga como la consideraba yo a ella. En otra ocasión otra amiga me presentaba a su tía como alguien a quien le había dado consulta. Pero supongo que esto tiene que ver con cómo es la gente y el valor que le da a las palabras… aunque, ¿no se trata todo esto de eso exactamente?

Quitando la integración con la gente, ser mujer es sensacional, me gusta como se siente, me gusta tener bubbies y que mi cabello huela rico. Me gusta este sentimiento de fragilidad y calma que me habita. Amo las flores, su sutilidad y singularidad.

Pareciera que con todo lo que puede abarcar la palabra mujer, esta pierda en sí su significado. Quienes participan de ella, del ser mujer, participan también de la diversidad, de la singularidad. No soy como ella ni como ella, y sin embargo soy mujer, nadie tiene ningún derecho a cuestionar que no lo sea o a cuestionar la forma en como elijo serlo. Porque, ¿quién dijo que ser mujer era ser madre, usar tacones, llevar labial en el bolso y hacerse como la que no puede?

Si me recuerdo a mí misma cuando buscaba entre los cajones de mi mamá, antes de que aprendiera siquiera  a escribir, no tenía ninguna duda sobre mi ser mujer, no tenía definiciones ni modelos a seguir. Simplemente me sentía así. Cuando fui creciendo y se me comparó con otras mujeres, todo comenzó a joderse. ¿Cómo puede ser alguien inadecuado a su sentirse mujer? Y así  empecé a no querer a mi cuerpo. Decía, cuando estaba en la Escuela Primaria, que dentro de mí era una niña pecosa, menuda, de cabello pelirrojo y trenzas atrapada en un cuerpo enorme al que dejaron de tratar como niña muy temprano.

Hoy mi cara está llenándose de pecas, el cabello se me está encaneciendo y he pasado toda mi vida en lucha constante por bajar de peso. ¿cómo alguien puede pasarse la vida entera preocupada por no ser delgada? Pues heme aquí, con esa preocupación como quien carga una cruz de por vida. La delgadez ha sido otro de esos must que no he conseguido. Estoy enfurecida por las cargas que he llevado por esos estándares de mierda. Porque así como dicen a qué tienes que parecerte, también les dicen a los hombres qué les tiene que gustar. Mierda.

El otro día hice la prueba. Compara el estándar Hollywoodense con el K-pop. ¿Cómo puede un actor coreano compararse con algún actor de los que personifican a los héroes de Marvel? Si sólo consumes productos norteamericanos, rechazarás de entrada el perfil coreano. Y aquí comienzo a comprender eso del género como construcción social. Hay una parte de eso, sí, pero también hay un sentirse mujer que percibo cuasi-innato. De modo que ahora voy a pensar el ser mujer como el personificar un arquetipo.

Seguiré pensando.

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