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La Naturaleza y la naturaleza de nuestra existencia

Nuestro modo de existir en el mundo, cómo percibimos y cómo nos conducimos, es complejo. La razón y las emociones sobre-exitadas nos llevan a percibir de manera distorsionada la realidad y una vez que nos compramos esa percepción, nos conducimos a nosotros mismos al laberinto del terror.

La Naturaleza de la que formamos parte no es justa, en ella no hay cabida a consideraciones porque al ser tal cual es no hay distinción en ella de lo bueno o lo malo. Pero nuestra razón distingue y juzga y, al hacerlo, se enfrenta a la Naturaleza como la más cruel, como aquello otro al que nos enfrentamos.

Nosotros no estamos realmente enfrentados a la Naturaleza, somos ella. La razón es la única que se enfrenta, la única que quiere prevalecer a toda costa. La razón, en su separación de todo lo que es, se transforma en antagonista de aquello que es ella misma y la lucha que inicia es una que jamás podrá ganar. Cuando la razón llega a este callejón sin salida empieza a culpar: culpas a los que te hicieron sufrir en el pasado, culpas a los que te hacen sufrir ahora, culpas a los que no pueden resolverte la vida, culpas a la sociedad, a la religión, a tus ancestros, al karma, a tu constitución física, a tu configuración mental, a las enfermedades, a los accidentes, a la luna, al zodiaco, a Dios. Ante la razón afligida nadie ni nada se salva, la razón está en franca lucha contra todo, incluso contra ella misma que no ha podido hallar la solución. Desde la razón no hay solución. La confianza y la resignación requeridas no figuran en el repertorio de la razón como antagonista por excelencia.

La Naturaleza no es justa, las enfermedades no son justas, los accidentes no son justos, las catástrofes no son justas. La Naturaleza y todo su despliegue es el que es. Hemos aprendido a resguardarnos de algunos embates de la naturaleza como si nosotros no fuéramos la naturaleza misma, nos negamos a perder, nos negamos a morir. Podemos negar lo que queramos, culpar y lastimar a quien queramos, salvarnos lo más que podamos… igual vamos a morir. La batalla contra la propia finitud está perdida aún cuando desaparezcamos del mapa a todos los culpables de nuestro sufrimiento.

La razón emerge de la Naturaleza misma, es la que es, no le exijamos más de lo que puede dar. Hemos de aprender a rendirnos a nuestra existencia en lugar de estar en contra de ella, hemos de dejar a la razón ocuparse de las cosas prácticas y desencallarla de luchas perdidas: lo que es es lo que es.

Somos Naturaleza. La Naturaleza es cambio. La Naturaleza es entrega total. Pero nosotros nos da por reservarnos, por aislarnos, por almacenar, por ponernos antes de cualquier cosa. Nos hemos confiado ciegamente a la razón y todo lo condicionamos, nada sabemos ya de lo que es entrega total. No queremos saber, nos da miedo. El miedo a peligros se ha convertido en miedo a vivir, miedo a amar, miedo a dejarse ir, miedo a confiar. El miedo no nos deja disfrutar porque el miedo sólo ve lo que perdemos.

La razón llevada al extremo es como un actor maquillado de héroe blandiendo una espada de cartón contra enemigos imaginarios.

¿Por qué no la dejamos descansar? ¿Por que no quitamos el foco de nuestra atención de todo lo que nos puede pasar y lo que nos ha pasado y nos enfocamos en solamente disfrutar lo que nos ha sido ya dado? ¿Por qué no dejamos de culpar y empezamos a agradecer? Lo verdaderamente urgente es la práctica de la rendición a la Naturaleza, a lo que es.

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