Manías y desesperación de una lectora

Venir (porque ahora mismo estoy aquí) a una librería es contradictorio. Es una suerte de ilusión de encontrarme con algún libro fantástico que cambiará mi forma de ver la vida o que me sostendrá por días enteros en una especie de paraíso mental. También es enfrentar la cruda realidad de que jamás podré leer todo lo que quiero, es un recuerdo de mi finitud y mis limitaciones.

Rodeo la isla de las novedades y ahí está en pasta dura todo él nuevo y enorme el libro de filosofía japonesa traducido al español. Siglos de sabiduría de un pensar muy distinto a este occidente-lineal-lógico. Ahí está en precio descomunal… y en mi bolsa las copias de un texto de Nishida que aún no puedo terminar. Sufro. 

Tanto tiempo perdido en lecturas vacías. ¿Pero cómo saber lo que eran? ¡Habrían de ser probadas! Pero claro que uno podría adivinar lo que eran: deducciones fáciles, relaciones cómodas, nada comprobable. Pero, sin embargo, tan apetitosas para una mente que bordea el sinsentido y que en desesperación se asiría del cuerno de un unicornio. 

Mis ojos se posan en las horas encuadernadas, en los laberintos perdidos entre estantes, en una colección de Gredos de filosofía griega. Mi mente me recuerda las copias engargoladas que tengo en la bolsa y los libros que descansan al lado de mi computadora en espera de ser terminados. ¡Tantos libros a medio leer! ¡Tantos libros imposibles de llegar a terminarse alguna vez! ¿Para qué? ¿Para qué sí mediante la lectura la conciencia te enfrenta a una lucha interior que elabora pesadillas por la noche? 

El ser humano necesita un sentido. Un libro no es suficiente. Nada, no sé nada. Y la vida tan corta. 

Comentarios

Entradas populares