Ir al contenido principal

"Re-ingeniería", ¡ja!

Si me lo hubieran preguntado, cuando tenía trece años, en ese día que recuerdo muy bien porque salía de una clínica con mi abuelito y porque alguna amiga me preguntó algo que debía ocurrir mucho tiempo después y se me figuró que mucho tiempo después era cuando tuviera veinticinco años. Si me hubieran preguntado en ese entonces cómo me vería a esta edad y comparara esa imagen con la de la actualidad, no encontraría en el planeta cosas más dispares.

Cuando uno es joven espera que de grande se acaben los miedos, las inseguridades. Por suerte, nadie me dijo en aquel entonces que esa idea estaría muy lejos de ser cierta.

Ahora mismo, a escasos cinco días de volver a la universidad, un frío desconcertante recorre mi espalda y la parte posterior de mis brazos. No puedo concentrarme en nada porque apenas y puedo respirar. Cuatro amigos, dos sesiones de chat y dos telefónicas no han sido suficientes para desahogarme. ¿Qué puede pasarme? Yo creo que a estas alturas del partido lo peor es que no pase nada.

Iniciar una carrera a los cuarenta no es para nada igual que iniciarla a los dieciocho, cuando sólo sentía curiosidad y cierta emoción. Pienso en todo lo que estudié, lo difícil que suenan algunas materias si las menciono ahora: Procesamiento Digital de Señales, Reconocimiento de Patrones, Inteligencia Artificial... Vaya, me digo, pero si lo logré de chava, ¿qué tiene de difícil estudiar Filosofía ahora?

Voy a una librería, escojo un libro bastante gordo y con letra chiquita sobre Nietzsche y empiezo a preocuparme. Intento calmarme. Recuerdo haber tenido la misma sensación cuando abrí mi libro de matemáticas del tercer año de secundaria y sin mayor problema supuse que lo entendería en su momento... y sí; desde entonces le tomé gusto a las ecuaciones llenas de chorombolitos. Pero he de ser honesta, las matemáticas son mucho más fáciles que la filosofía.

Por si fuera poco, una decisión ahora es mucho más consciente y viene acompañada de un fuerte y genuino llamado interior. No tengo a nadie a quién culpar y tampoco a nadie a quien llorarle. Si hace años nadie me contuvo, ahora menos. Estoy aquí, conmigo misma, definiendo un nuevo camino en mi vida.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Lindo blog, me crea empatía esta entrada, ¡ánimo con todo!
Flor Coss ha dicho que…
Gracias!!!

Entradas populares de este blog

Qué chulada de maíz pinto

Crecí oyendo a mi papá decir con enjundia "¡Qué chulada de maíz pinto!" cuando le veía las piernas a mi mamá y después se las estrujaba con las mega-manotas que Dios le dio. Hasta hace poco no tenía una clara idea de lo hermoso que es el maíz azul (con el que hacen las tortillas azules que saben a gloria) hasta que de golpe lo vi en el mercado de Xochimilco, esta foto no me dejará mentir, su belleza es asombrosa.

Arte y política

Hace tiempo ya que el arte dejó de ser arte para convertirse en producción. Hace tiempo ya que el arte abandonó la inspiración para conformarse en las maneras y modos que convienen a la venta. Hace tiempo ya que el arte dejó de ser transgresor desde sí mismo para convertirse en imagen de una visión de mundo. Antes me preguntaba si el arte tenía un deber para con el pueblo, si el arte debía tener una posición política. Ahora pienso que ello es ya abandonar el arte para convertirse en publicidad. El arte no se debe a nada ni nadie, el arte —como también la filosofía, la religión— no debieran de servir a nadie ni tampoco montarse sobre eventos con el puro fin de la notoriedad o la moralina. El arte abre y al abrir comunica, no lo que quiere decir el pintor, sino lo que la apertura per se le dice al espectador. El arte tiene sus materiales y sus técnicas, el arte presenta formas en un espacio limitado, pero cuando es arte  trasciende todo ello y habla lo que no tiene voz. El

¿Se puede renunciar a un hermano?

Un hermano no es un "eso" aunque a veces lo parezca, sin embargo sí es un otro cuya diferencia disonante te quiebra todo propósito de seguir considerándolo como algo propio. Un hermano tiene implicado en los padres la relación contigo, de modo que sin pedirlo un hermano es siempre "tu" hermano. Un hermano, pues, te es propio, es tuyo, es biológicamente compatible; moralmente, sangre irrenunciable; historiográficamente, compañero; espiritualmente, mismidad. ¿Se puede renunciar a un hermano? Quieras o no, con un hermano compartes algo y no puedes verlo por completo ajeno aunque toda su forma de ser te repela hacia otra galaxia. Mi pregunta tiene una intensión, busca justificaciones, exoneraciones, permisos, simpatías. Un hermano puede serlo de muchas maneras. Para la experiencia pura y terrena del aquí y ahora, un hermano debe ejercer como tal o bien tan sólo es un: "sucedió que mis padres tuvieron un hijo con el cual compartí momentos por un tiempo pero