Qué voy a hacer con esto que siento
Le dije a La Güera, el año pasado, del concierto de Alejandro Sanz. Me dijo que mejor abriera una botella de vino en mi casa y pusiera su CD. Me olvidé. Me acordé. Abandoné la idea. Me volví a acordar, y al final, camino al Auditorio me sentía completamente culpable porque eso de divertirse, en mi formación, no es algo políticamente correcto, mucho menos en tiempos en los que la preocupación mayor es vivir. —¿De qué privilegios gozas para divertirte? ¿No te acuerdas de todo lo que te ha pasado? Así como te dan ganas de ir deberían darte ganas de hacer cosas más productivas. Si fuera un concierto con sinfónica estaría más justificado. Cómo se ve que la vida no te ha golpeado lo suficiente —pensaba.
Dejé a "la loca de la casa" seguir parloteando, desahogarse, luchar por hacerme entrar en razón. Se le ocurrieron mil cosas. Me habló de quién era yo, como si no supiera. En contra de todas las voces llegué y me puse a deambular por ahí porque no sabía que hacer conmigo mientras abrían las puertas del Auditorio. Vi mujeres solas y hombres solos, —qué bien —pensé, —ya es hora de que la gente haga lo que desea aunque no tenga con quién hacerlo— pero viéndolo bien la idea no es tan linda; no sé si hay más gente audaz o más gente sola. Y es que amar en soledad es como un pozo sin fondo, donde no existe ni dios, donde no existen verdades.
Entré, me senté como si estuviera a punto de presentar un examen de admisión y siguiendo mi costumbre me puse a ver a todos los que me llamaban la atención: la familia de 7 donde los hijos, los hombres, son los seguidores del cantante español; la novia que no le importa un carajo el concierto... ni su novio; un elemento de seguridad corriendo por el pasillo como un niño de primaria; las amigas que coordinadas bailan y levantan las manos al mismo tiempo girando las muñecas en sentido del reloj; el que aún y con todo y el ruido habla y habla por su celular; y yo, que parece que no siento... y sí, no hay más miedo que el que se siente cuando ya no sientes na.
Me acordé de mi papá, de cuando estábamos sentados más arriba escuchando Carmina Burana y cuando en el Metropólitan disfrutamos a Zucchero. Me acordé de Buda y del "aquí y ahora" y me pregunté ¿hasta cuando vas a entender que tú puedes hacer todo lo que quieras, tú puedes llegar a donde sueñas?... pero "los sueños sólo sueños son" (maldita la frase que tengo tatuada y que me salé así nada más, fuera de contexto). ¿Y si todo esto no es más que una ilusión? ¿En qué quieres creer?
Sanz cantaba como se debe vivir: con ganas; porque si no es así, entonces ¿cómo? Y gracias a su gran esfuerzo, y al mío, lo logré, disfruté el concierto como los disfruto yo, para adentro. —Basta de exigencias, —me dije —así soy yo y así está bien. Como dijo Sanz en el concierto, "qué voy a hacer con esto que siento".
Dejé a "la loca de la casa" seguir parloteando, desahogarse, luchar por hacerme entrar en razón. Se le ocurrieron mil cosas. Me habló de quién era yo, como si no supiera. En contra de todas las voces llegué y me puse a deambular por ahí porque no sabía que hacer conmigo mientras abrían las puertas del Auditorio. Vi mujeres solas y hombres solos, —qué bien —pensé, —ya es hora de que la gente haga lo que desea aunque no tenga con quién hacerlo— pero viéndolo bien la idea no es tan linda; no sé si hay más gente audaz o más gente sola. Y es que amar en soledad es como un pozo sin fondo, donde no existe ni dios, donde no existen verdades.
Entré, me senté como si estuviera a punto de presentar un examen de admisión y siguiendo mi costumbre me puse a ver a todos los que me llamaban la atención: la familia de 7 donde los hijos, los hombres, son los seguidores del cantante español; la novia que no le importa un carajo el concierto... ni su novio; un elemento de seguridad corriendo por el pasillo como un niño de primaria; las amigas que coordinadas bailan y levantan las manos al mismo tiempo girando las muñecas en sentido del reloj; el que aún y con todo y el ruido habla y habla por su celular; y yo, que parece que no siento... y sí, no hay más miedo que el que se siente cuando ya no sientes na.
Me acordé de mi papá, de cuando estábamos sentados más arriba escuchando Carmina Burana y cuando en el Metropólitan disfrutamos a Zucchero. Me acordé de Buda y del "aquí y ahora" y me pregunté ¿hasta cuando vas a entender que tú puedes hacer todo lo que quieras, tú puedes llegar a donde sueñas?... pero "los sueños sólo sueños son" (maldita la frase que tengo tatuada y que me salé así nada más, fuera de contexto). ¿Y si todo esto no es más que una ilusión? ¿En qué quieres creer?
Sanz cantaba como se debe vivir: con ganas; porque si no es así, entonces ¿cómo? Y gracias a su gran esfuerzo, y al mío, lo logré, disfruté el concierto como los disfruto yo, para adentro. —Basta de exigencias, —me dije —así soy yo y así está bien. Como dijo Sanz en el concierto, "qué voy a hacer con esto que siento".
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