Lo inusual

No sé quién se espantó más, los globeros o yo.

En el apacible Coyoacán de entre semana, los pocos paseantes nos calentábamos cual lagartijas al sol, varios con café de El Jarocho en mano (yo con mi capuchimoca).

Pensaba en cuántas veces no deseé estar una mañana así en lugar de metida en una oficina. Y luego pensé en que tampoco me imaginaba las condiciones. Me animé a disfrutar el día porque todo se acaba, todo pasa y resulta un tanto estúpido añorar lo que fue o desear lo que aún no llega y dejar escapar así la vida. ¿Por qué vivir a destiempo?

Y así estaba, entre suspirando y acomodándome en la banca de metal cuando unos 50 payasos llegaban corriendo por la plaza hacia los globeros que tenía enfrente. Yo me paré, los globeros se arrinconaron de a poquito, pasito por pasito se iban haciendo hacia atrás hasta que los cercaron. Pensé que les iban a robar los globos... un susto. Nada malo pasó, cada payaso compró su globo, algunos compraron dos. Todos acabamos con sonrisa ya fuere por la obtención del objeto deseado, por la venta inesperada o simplemente por el bello espectáculo de colores.

A veces uno se espanta ante un suceso fuera de lo común y uno quiere correr cuando lo que en realidad llega es un momento de placer.

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