Ya nada es igual

En mi preparación para lanzarme al abismo he decidido irme despidiendo de algunas cosas. Esta vez le tocó al centro de Coyoacán.

Terminé ahí buscando libros y huyendo del tráfico de la glorieta de Miguel Ángel del Quevedo y Universidad.

Primero me paré en la librería Gandhi. Error. En esta librería no tienen nada y lo que hay ya está todo empolvado y además no tienen sensibilidad para tratar a un alma que busca desesperada el consuelo de unas letras bien acomodadas.

Como ya hacía hambre y se me atravesó un local con una señora echando tortillas, supuse que encontraría buena comida a bajo costo. Error. Me comí los sopecitos más tiesos de la historia y a un precio exorbitante: ¡46 pesos!. Así que eso, mas un taco de nopales y una agua de horchata me salió en 100 pesos y la seguridad de que jamás volvería.

Luego fuí a la librería El Parnaso. Error. Los libros que tienen son de unas ediciones patito, perfectas para alguien que no le interesa mucho lo que lee. Se salvó la visita por una agenda de Mafalda que me encontré muy bonita.

Ya con la plaza de frente me dije que sería buena idea despedirme de los esquites y los famosos helados de Coyoacán. Error. Me acordé de las filas enormes que había que hacer para refinarse ya sea un elotito o un helado. Alegre camino entre una multitud de gente y puestos que ya no venden a los precios de antes. Me espanté al ver globos de caricaturas gringas en medio de mi Coyoacán, para luego sorprenderme que no hubiera fila en los locales a los que me dirigía. Opté por empezar con los esquites.

Los esquites generalmente eran una maravilla. Uno podía empañar un coche del picor que causaban. Cero. Primero hay que mendigar el que le expriman otro limón y luego que le pongan tantito queso (no le hace que dije que sin mayonesa). Pasaron los esquites sin triunfo ni gloria.

"Bueno, el helado si tiene que estar bueno", me dije. Error. Ahora esos helados son de los más horribles que he probado, compiten con el sabor a congelado de años de los de la fuente de sodas del Italiannins. Sabores no hay muchos para escoger, cuidado de pedir un cono porque seguro te dicen que no hay. Guácalas.

Así que ya no está el Coyoacán del que me quería despedir. Ese se fue sin que supiera cuándo ni a dónde.

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