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La vida sigue


Cambios.

Continuación.

Superpuestos.

La vida (la de uno) parece acabar, lo desconocido se avecina, una nada por delante que no podemos nombrar nos congela el ánimo. Te dicen que hay primaveras y espera que la siguiente por venir sea también tuya.

Escapar no es una posibilidad para mí. Habrá que crecer. Uno nunca acaba de crecer.

¿Futuro? Allá aparece con una interrogante y, por ser interrogante, en realidad no aparece.

¿Qué sigue? ¿Ir sacando un día tras otro o hacer como si sí hay futuro aunque se sienta el vértigo? Un día de una forma, otro día de otra.

El cuerpo.

El ánimo.

La mente.

El espíritu.

El cambio los desestabiliza. Caos. Crisis. Primero me agarraré fuerte para no caer, luego veré que se puede aprender de ello… si hay futuro.

Y entonces, el frío se va. 

Regalos, donaciones que te hace la vida como para decirte que sigas, que no está tan mal.

El no puedo, el miedo, se transforma en aceptación, en un sí puedo. Mi espalda se endereza, miro hacia el horizonte.

Hay algo que puedo decir ahora: el futuro que imaginé ayer no resultó ser el presente que estoy viviendo.

Me siento de nuevo frente al escritorio. El café humea a media mañana. El camión de la basura anuncia su llegada, los albañiles siguen golpeando lo que otros albañiles construyeron. La música me vuelve a deleitar. ¿El futuro? Sigue incierto. Mañana no sé si volveré a sentarme al escritorio (espero que sí).

Fe.

Qué palabra tan chiquita, que soporte tan grande.


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