En la noche, en la terraza un día antes de la luna llena
Son las 21:12. Bonito número para empezar a escribir (es un número espejo, nada más, pero está bonito).
Los mosquitos están entrando a mi casa, tengo ventanas abiertas, hace calor. Quizá deba poner una botella de agua en el buró antes de irme a dormir porque luego me da pereza pararme aunque tenga sed. Espero que los mosquitos sean buena onda y no me zumben en el oído. Mientras, tomo el fresco en la terraza y oigo a los grillos. Qué bonito, todavía hay grillos, la noche no sería la noche sin sus característicos efectos de sonido.
Cuando hace calor me gusta andar descalza, pero no puedo hacerlo mucho o muy seguido porque se me secan los pies y se me cuartean los talones. Me acuerdo cuando era chiquita y en las noches de calor ponía los pies en las paredes para sentir algo de frío, el piso generalmente estaba tibio de recibir tanto sol y lo único fresco eran las paredes, así que iba "caminando" por la pared para irme refrescando. Desde mi recámara podía escuchar los camiones que pasaban por la calzada. Cuando no podíamos dormir, mis hermanos y yo contábamos los camiones que pasaban. No contábamos muchos porque tardaban en pasar y nos aburríamos. A veces ponía una grabadora para escuchar música, lo malo es que cuando se acababa el cassette me despertaba el botón de play que botaba.
Las noches de mi infancia no eran mi tiempo favorito. Tenía pesadillas. Veía caras o gusanos en las cosas. Demasiado impresionable era yo… aunque no es que se me haya quitado, pero ahora lo manejo mejor.
Me gusta el olor de las flores. Me gustan las flores. Me encanta mi nombre. Cuando era chiquita lo escribía en todos lados, hasta en los costados de los cajones de la máquina de coser de mi mamá. Una plaga yo con pluma en mano. FLOR. FLOR. FLOR. A los 5 años ya escribía. A los 6 años leí mi primer libro en formato de adulto.
Me gusta leer. Tengo obsesión por leer. Desde que aprendí a leer se me despertó el hambre y no se me ha quitado. Es que es muy bonito. Leía las cajas de cereales (Chococrispis era mi favorito), algunas notas del periódico Excelsior que compraba mi abuelito, las tiras dominicales, los cuentos de Archi y las novelas rosas de Susy, pero también, en vacaciones, los libros de cuentos de niños y, cuando me los acabé, me animé con El Mercader de Venecia (iba en la primaria). Ya en la secundaria leí mucho más, pero ya me gustaba leer literatura y el periódico no me interesaba mas que para hacer los crucigramas. Lo de leer se me quitó un poco en la Universidad, aunque fue cuando conocía a Mario Benedetti en serio (en el CCH leí El Cumpleaños de Juan Ángel, pero no entendí mucho hasta que me explicaron eso de que el libro no tuviera ni puntos ni comas ni mayúsculas y que de repente saliera Mambrú). Aunque me gustaba leer mucho me metí a estudiar Ingeniería. Es que también me gustaban las matemáticas y la física. No sabía que hacían en la Facultad de Filosofía y Letras, me parecían un montón de tipos raros.
A veces uno se tarda mucho en entenderse a sí mismo.
Los mosquitos están entrando a mi casa, tengo ventanas abiertas, hace calor. Quizá deba poner una botella de agua en el buró antes de irme a dormir porque luego me da pereza pararme aunque tenga sed. Espero que los mosquitos sean buena onda y no me zumben en el oído. Mientras, tomo el fresco en la terraza y oigo a los grillos. Qué bonito, todavía hay grillos, la noche no sería la noche sin sus característicos efectos de sonido.
Cuando hace calor me gusta andar descalza, pero no puedo hacerlo mucho o muy seguido porque se me secan los pies y se me cuartean los talones. Me acuerdo cuando era chiquita y en las noches de calor ponía los pies en las paredes para sentir algo de frío, el piso generalmente estaba tibio de recibir tanto sol y lo único fresco eran las paredes, así que iba "caminando" por la pared para irme refrescando. Desde mi recámara podía escuchar los camiones que pasaban por la calzada. Cuando no podíamos dormir, mis hermanos y yo contábamos los camiones que pasaban. No contábamos muchos porque tardaban en pasar y nos aburríamos. A veces ponía una grabadora para escuchar música, lo malo es que cuando se acababa el cassette me despertaba el botón de play que botaba.
Las noches de mi infancia no eran mi tiempo favorito. Tenía pesadillas. Veía caras o gusanos en las cosas. Demasiado impresionable era yo… aunque no es que se me haya quitado, pero ahora lo manejo mejor.
Me gusta el olor de las flores. Me gustan las flores. Me encanta mi nombre. Cuando era chiquita lo escribía en todos lados, hasta en los costados de los cajones de la máquina de coser de mi mamá. Una plaga yo con pluma en mano. FLOR. FLOR. FLOR. A los 5 años ya escribía. A los 6 años leí mi primer libro en formato de adulto.
Me gusta leer. Tengo obsesión por leer. Desde que aprendí a leer se me despertó el hambre y no se me ha quitado. Es que es muy bonito. Leía las cajas de cereales (Chococrispis era mi favorito), algunas notas del periódico Excelsior que compraba mi abuelito, las tiras dominicales, los cuentos de Archi y las novelas rosas de Susy, pero también, en vacaciones, los libros de cuentos de niños y, cuando me los acabé, me animé con El Mercader de Venecia (iba en la primaria). Ya en la secundaria leí mucho más, pero ya me gustaba leer literatura y el periódico no me interesaba mas que para hacer los crucigramas. Lo de leer se me quitó un poco en la Universidad, aunque fue cuando conocía a Mario Benedetti en serio (en el CCH leí El Cumpleaños de Juan Ángel, pero no entendí mucho hasta que me explicaron eso de que el libro no tuviera ni puntos ni comas ni mayúsculas y que de repente saliera Mambrú). Aunque me gustaba leer mucho me metí a estudiar Ingeniería. Es que también me gustaban las matemáticas y la física. No sabía que hacían en la Facultad de Filosofía y Letras, me parecían un montón de tipos raros.
A veces uno se tarda mucho en entenderse a sí mismo.
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