La iluminación
Todo sea como prender un foco, mínimo una vela, aunque más bien necesitaríamos unos reflectores…
«A nivel global vivimos tiempos difíciles; el despertar ya no es un lujo ni un ideal, sino algo críticamente necesario.»
Pema Chödrön
¿De qué va la iluminación o el despertar? Sin ir muy lejos, quedándonos en lo inmanente, entendiendo un poco esto mediante los planteamientos de Heidegger y del budismo Zen he tratado de hacerme a la idea de qué va el "sólo poder ser salvados por un dios" o el experimentar el satori. Porque según Pema Chödrön, nos urge (yo así lo siento, al menos en mí y para mí me urge la luz).
Primero hagamos a un lado el tema de la luz y su inseparable amiga, la oscuridad. Esto no es cuestión de bandos ni de luchas, justamente se trata de no tomar partido —ya estamos hasta el cogote de conflictos—. Me parece que nos hemos puesto del lado de la luz, porque cuando tenemos una idea, cuando resolvemos un problema, cuando descubrimos algo, cuando creamos, sentimos que vemos la luz y para mí que más bien se trata de que lo que sentimos es un golpe de dopamina. Logramos algo, se da algo, emerge algo: luz. Entonces como insectos rondamos cerca de la luz embelesados por lo que nos hace sentir. Así que ¿quién quiere ir a lo oculto, a lo que nadie entiende, a lo que no se puede explicar, a lo que no se puede dominar, a lo infinito que rodea la preciada luz (imaginemos un farol en medio de la oscuridad)?
Nuestro problema es que vivimos en la polaridad, es decir, entendemos el mundo por medio de pares de opuestos y pensamos que nuestra libertad se basa en elegir uno de ellos, en tomar partido y mirar desconfiados a los del otro bando. Blanco-negro, luz-oscuridad, pasivo-activo, arriba-abajo, malo-bueno, yo-él, aquí-allá… Desde el momento en que decimos "este ombligo es mío" y nos separamos del resto, empezamos a sufrir. Quien ama su "ombligo" no quiere que desaparezca, al contrario, quiere que su ombligo sea el más admirado, el mejor, el eterno (cuando el ego se atasca de sí). Entonces empezamos a verlo todo a partir de ese pensamiento dualista y por medio de la separación de todo lo que es es que podemos comenzar a hablar, a narrar lo que nos sucede, a contar. Toda explicación es posible gracias al discurso que se fundamenta en el dualismo y luego se hace más sofisticado "creando" zonas intermedias, pero no es mas que seguir separando y seguir valorando, construir conforme a los deseos del "ombligo". Desear implica poder representar en la mente aquello que se desea, si no podemos representarlo, no podemos desearlo, nuestra mente se convierte en lo más atesorado porque nos permite representar, luego, todo lo que podemos representar lo podemos producir ¿cuál es el límite de la imaginación? Uno podría pensar que ninguno, así, de bote pronto. Pero sí que lo hay, sólo se puede imaginar lo que podemos poner "fuera" de nosotros, lo que podemos separar de nosotros. El límite es nuestra mismidad. Por ello nadie puede contestar al "¿qué eres?" sin que no intente referirse a sí mismo en relación a algo, pero que no podamos contestarlo no quiere decir que no sintamos nuestra mismidad.
Satori implica cambiar "sustancialmente" de forma de pensar, es tirar el pensamiento dual (discursivo, metafísico, de la razón, lógico, mental) y pensar de otro modo tal que lo que se "ve" cambie completamente la comprensión del mundo y más fuertemente de uno mismo. Se trata de poder "acceder" a nuestra verdadera naturaleza o naturaleza de buda o de poder pensar el ser sin intentar remitirlo a algo (abandonar el mundo entitativo). Heidegger decía que se trataba de un pensar inicial justo porque era anterior (o esta en la base originando y posibilitando) al pensamiento metafísico pero que en cierta medida era posterior porque implicaba un reponerse el ser; digamos que para despertar primero se tiene que estar dormido, pero para dormirte tuviste antes que estar despierto. Este doble juego, la paradoja, le encantaba a Heidegger y le daba por escribirlo a la mínima oportunidad —y es bastante molesto cuando tratas de entender pensando como solemos pensar todos: linealmente (A, B, C…)—.
Así que nuestro sufrimiento se lo debemos a la mente hermosa que ha producido el mundo en el que vivimos. La mente busca constantemente resolver problemas y si no los tiene se los crea. La mente necesita una base para iniciar su discurso y esa base la toma de la educación de los padres, la cultura, la tradición y ahora, más que nunca, de la publicidad, de lo que nos "venden" (incluyendo la divulgación científica y las fantasías religiosas o neo-religiosas). Mediante la mente percibimos y lo que percibimos está "entintado" con nuestras creencias, experiencias y conocimiento. Sí, la realidad no la vemos tal cual es, la vemos mediante la mente, la interpretamos. La cuestión es que no siempre la interpretamos linda, a veces nos llenamos la vida de fantasmas, metas ridículas, historias de dolor en el que eres el protagonista-víctima que ansía seguir siendo el mismo, cueste lo que cueste (siempre queremos seguir siendo ese "yo" que le da sentido a nuestra vida —es decir, que interpreta la realidad y crea historias—).
Ahora, el más grande miedo es que ese "yo" desaparezca, que no se pueda seguir manteniendo, que las circunstancias que lo sostienen, cambien. Ese es el miedo a la muerte, el más grande de todos y el creador de todos los conflictos de nuestro mundo. Tememos por nuestro "yo", no por nuestra mismidad (que ni siquiera sabemos qué es). Pero el "yo" en realidad no es una sustancia sino una emergencia, es decir, se construye momento a momento —aquí entre nos, no hay nada que salvar—. Para lograr experimentar esto hay que abandonar el sostener al "yo", hay que "bajar las manos" y descansar, esto es la experiencia budista del no-yo cuya vía es la de observar y observarse sin juicios. Hay que dejar de perseguir la luz porque ello no hace mas que enfatizar nuestro juicio en contra de la oscuridad, ello sigue alimentando nuestra mente dual, seguimos "atrapados" en las interpretaciones —por eso decían los antiguos "iluminados" que la "realidad" es una ilusión—.
Nos urge descansar, nos urge sentir la realidad y renunciar a juzgarla. Sólo el que no se juzga puede experimentar la compasión hacia sí mismo y empezar el camino del amor incondicional hacia sí mismo. Sólo el que ha experimentado la compasión hacia sí mismo, puede sentir compasión por los otros y sólo entonces se puede vivir en un mundo para todos. Nos urge.
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