Esto desde luego no es una novela
Entro en una librería porque quiero llenarme de ese algo que me brota cuando veo libros y los ojeo y leo palabras al azar y pienso que hay algo ahí, aunque no sé qué es.
Muchos libros nuevos, muchos muchísimos que no leeré. Efectivamente, elegir alguno es abandonar cientos. Es azar, es destino. ¡Qué diablos! No sé.
Tomo uno con título sugerente de entro los recomendados por los libreros. Murakami fue librero, Hesse fue librero… creo. Seguro estos de aquí han de leer mucho. Empiezo por el final, donde aparece la foto de la autora que de tan joven que es siento un golpe de dentro hacia afuera. Se supone que escribiría un libro y no es tan fácil. Pero esta autora, dice en la solapa, escribe en el Metrobus y otros lugares similares. Me duele el orgullo tanto que me pongo a escribir esto en medio de la librería. ¡Qué diablos!
Me gustaría decir que con ser lectora me basta y me sobra. No es así. Yo quiero escribir. Y escribo. No escribo novelas, bloggeo sin ser una bloggera porque para eso se necesitan muchos seguidores. No sé. Quizá si escribiera más de la vida práctica y menos de esto que escribo que no sé qué es. Y es que me choca tener que decidirme por un género, por un campo de conocimiento. Vaya, que uno escribe y ya. ¡Qué diablos!
Me pierdo entre los estantes que mezclan todo tipo de autores: Coelho justo al lado de J. M. Coetzee. En este estante bien podría estar Coss… Sueños, ¿qué haríamos sin ellos? No todos los publicados deberían escribir, se cuelan unos y se olvidan cientos. En este mundo somos tantos que de los pocos que recordamos, olvidamos mucho más que cientos. Me pregunto si es tan imprescindible ser recordado o podría bastarnos con haber disfrutado la vida tal y como se da. Creo que lo último sería lo más sensato.
Me voy por un café y a pensar entre libros un rato, otro pensar distinto al de todos los días. Voy a soñar.
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