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Los sonidos de la noche

Me gustaría escuchar grillos, pero en esta ciudad lo que se oyen son sirenas y ladridos de perros.

Ha llovido y hay perros en la calle. Hace años los perros dejaron de ser un efecto de sonido y un decorado de fondo para descubrirse ante mí como seres que, como yo, sienten. ¿Cuánto vive un perro en la calle?

El número de perros callejeros en un poblado es proporcional al número de idiotas que lo habitan.

Una ciudad cómo ésta nunca está en silencio. Aquí no reina la calma, de hecho me parece que casi nadie la conoce. Olvidar, ignorar y evadir nada tienen que ver con la calma, todo lo contrario.

La gente llega tarde a sus casas y sale muy temprano. Alguna desventura personal les recuerda que deben vivir, pero tan pronto se recuperan deciden que no hay tiempo para ello. Algunos confunden vivir con extralimitarse, les dicen que tienen una vida y se la quieren beber de un trago.

Y pasan ambulancias en la noche y me acuerdo de las ambulancias en mi vida, y los hospitales y esas cosas. Desde luego que ya no quiero vivir eso y me pregunto si por probabilidades puedo dormir tranquila.

Lo más tranquilo es escuchar una llanta pasar por un charco, es tranquilo porque difícilmente mojará a esta hora a algún transeúnte. Espero.

Un vecino ha estornudado fuertemente. Vivimos muy cerca para escuchar esas cosas pero no somos tan cercanos como para saber quién estornudó y mucho menos para gritarle de vuelta un “¡salud!”.



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